viernes, 20 de abril de 2012

-Relato 3. Verónica Yesa Ávila


THE UNFORGIVEN
  • No sé qué voy a decir...
Simone y Río iban camino a Málaga. 
  • Llevas una semana preparando tu discurso, ¿Dónde llevas el dossier?-Río no quería despegar los ojos de la carretera.
  • Lo llevo en el maletín, junto a todos los casos estudiados.-Simone miraba el horizonte mientras hablaba muy despacio, abstraída.
  • ¿Te encuentras bien? ¿Quieres que paremos a descansar un rato?-Río miraba intermitentemente a Simone.
  • Por favor, creo que necesito bajarme del coche-Simone palidecía a cada palabra.
La pareja llevaba un año saliendo. A veces discutían por quién fregaba los platos, otras competían por llevar la razón en cualquier conflicto trivial, la mayoría de las veces sólo se escuchaban para discutir. Ella estaba envejeciendo, todos los días un poco durante ese año. Él estaba engordando.
  • No puedo hacerlo, no puedo presentarme allí y soltar mi discurso, no soy nadie-Simone reflexionaba tumbada en la cama.
  • Otra vez con esas, hemos llegado hasta aquí y mañana a primera hora darás la conferencia, como Río que me llamo.-cambiaba de canal sin cesar.
  • Esta vez no voy a poder, no es como antes, esta vez no...
Río se levanta y deja el mando en la cama. Apaga el televisor. Mira un momento a Simone, tumbada boca arriba. Abre la boca pero no emite ningún sonido. Se gira y entra en el pequeño aseo. Se mira en el espejo, se rasca la barba, se pone de perfil y hace círculos sobre su incipiente barriga. Se desviste y se mete en la ducha. Balbucea sin que se le entienda.
Simone oye el mar, cierra los ojos. Se ajusta los auriculares y sube el volumen. Inspira y espira con los ojos cerrados. 
  • Un vino tinto, por favor. ¿Tú quieres algo?
  • Cerveza. 
  • Tinto y cerveza, por favor.
Río se sienta en la barra a esperar. Simone se coloca detrás de él, observando. El camarero sirve las bebidas.
  • ¿Van a pedir algo más?-el camarero mira a ambos a los ojos.
  • Vamos a cenar, ¿me puede traer una carta?
  • Aquí la tiene, tomen asiento y ahora paso a tomarles nota.-les señala la zona de las mesas.
  • Gracias-Río coge los vasos.
Se sientan en la mesa. Él hace de hombre, ella no deja de ponerle ojitos. Él le coge la mano, ella lo mira fijamente. Ninguno habla. Él mira la carta y le suelta la mano. Ella se queda mirando su mano, la gira hacia un lado y hacia otro, lo mira a él.
  • ¿Para ti ensalada mediterránea?, yo voy a pedir solomillo al whisky-sin separar los ojos de la carta.
Simone no habla, sólo lo observa como petrificada.
  • ¿Tienes la tarjeta?, me dejado la cartera en la habitación-continúa mirando la carta.
  • Este restaurante tiene la mejor tarta de queso que he probado en mi vida. Solía venir aquí con mi padre. Te va a encantar.-sonríe.
Simone mira a su alrededor, el restaurante es muy elegante, la clientela distinguida, nada que ver con el bar donde trabajaba, un local pequeño de un pueblo de costa. Los sábados por la noche se llenaba de adolescentes ebrios, hormonados y maleducados; adolescentes y drogodependietes pidiendo “algo suelto para coger el bus a Chipiona”. 
Él llama al camarero y pide para los dos. Le da la carta, bebe un trago y vuelve a sonreir.
-¿Te gusta el sitio?-vuelve a tomarle la mano.
Ella observa a la pareja que está a su derecha. Son atractivos y esbeltos. La chica se toca el pelo y sonríe refinadamente, toma pequeños sorbos de vino. El chico la mira con deseo pero manteniendo la compostura. Hacen piececitos por debajo de la mesa. Los mira y se mira, los mira y lo mira.
-¿Me estás escuchando? ¿Qué estás mirando?-Río empieza a molestarse por el desinterés de Simone.
  • ¡Eh!-le da un toque en el hombro.
Simone reacciona mirándolo a los ojos, seria.
  • ¿Quién eres tú y qué has hecho de mí?-Río se queda atónito frente a las palabras de Simone.
  • Aborrezco cada ínfimo lunar de tu asqueroso y blanquecino saco de grasa.-a Simone se le inundan los ojos. Tras esa afirmación, se le derrama una lágrima.
Simone mira el reloj, son las ocho. Mira a su izquierda y a su derecha buscando. Coge el móvil y escribe un mensaje de texto. “Sient lod ayer, te necesito. ILY.
Un hombre con traje de chaqueta negro y corbata azul sube a la tarima. 
- Simone, ¿podemos empezar?
  • Sí, claro...-Simone responde dubitativa.
  • ¿Podemos esperar unos minutos? Tengo que hacer una llamada.-con voz dulce y suplicante, como la de una niña.
  • Sólo un par de minutos.-el hombre termina cediendo a su mirada.
Simone llama por teléfono pero nadie contesta. Lo intenta tres veces sin respuesta. Se acerca al hombre del traje negro temblorosa. El hombre se gira.
  • ¿Algún problema? Está temblando...-el hombre le mira las manos.
  • Parece que está sudando.-hace el intento de tocarle la frente pero Simone se retira.
  • No me encuentro muy bien pero no se preocupe. Ando mal de salud últimamente.-esquivando la mirada.
  • No quiero ofenderla, pero tiene mal aspecto. Esta conferencia es muy importante, estamos aquí para motivar y ofrecer esperanzas a nuestros oyentes, hacerles ver que sus problemas tienen solución. No está usted en condiciones de dar esperanzas a nadie en ese estado.- el hombre comenzaba a enfurruñarse.- Debió usted haber avisado si lleva unos días así, hubiéramos solicitado la colaboración de otra persona.
  • Lo siento mucho señor Montaigne, no sé como compensarlo en estos momentos, me siento muy apenada con la situación.-su respiración se dificultaba.
  • Señorita, me parece que usted nos ha engañado y que aún no está curada. Voy a llamar ahora mismo a una ambulancia. Salga de la sala, por favor.-educado pero firme.
  • Espere un momento, por favor, estoy curada. No he engañado a nadie, a nadie...- se le van las fuerzas hasta que se desmaya.
Abre la habitación e introduce la tarjeta. Entra rozando la pared. Deja las maletas y va al baño. Enciende la luz. Echa un vistazo a toda la habitación y sale a la terraza. Se sienta allí y enciende un cigarrillo. Mira al mar. Se levanta y entra. Cierra el balcón, se tumba en la cama, mira el reloj. Se levanta de la cama y abre su maleta. Revuelve la ropa buscando algo. Coge una esponja y gel. Enciende la luz del baño, se acerca al espejo. Se mira la cara de cerca y se estira la piel de debajo de la barbilla, la de debajo de los ojos. Se acerca más al espejo, tanto que lo empaña con su respiración. 
Luego se aleja, se coloca el pelo, se levanta el pecho y encoge la barriga. Se observa ambos perfiles y saca morros. Llaman a la puerta.
  • Ábreme, soy yo, Río. 
  • ¡Un momento!
  • He traído pizza. Para ti la de atún y champiñón.
  • Cerveza, se te ha olvidado la cerveza.-Simone lo mira con cara de enfado.
  • ¡Mierda! ¿Otra vez tengo que salir?-Río suelta las pizzas en la mesita malhumorado.
  • Si quieres cerveza, sí.
Rio se resigna: Me llevo las llaves.
  • Corre que la pizza se enfría.
Río sale de la habitación apresuradamente, Simone enciende el televisor y se tumba en la cama. Coge un trozo de pizza. Saca de su maleta una botella de vino. Coge un vaso del baño y se sirve. Se levanta de la cama, apaga la televisión. Se bebe el vino de un trago. Saca su portátil y lo enciende. Le da al play de su reproductor de audio, suena “The Unforgiven” de Metallica.
Se balance al ritmo de la música con el vaso y la botella. Se llena constantemente el vaso, bebe rápido. Se para un momento, suelta el vaso y la botella, y se lanza hacia la maleta de Río. Se pone de rodillas, la tumba en el suelo. Mira a la puerta de vez en cuando. Busca entre su ropa, primero con cuidado, luego frenéticamente.
  • ¡Aquí está mi regalo!- se le iluminan los ojos mientras saca una caja envuelta con papel rojo. Lee la dedicatoria: “Ya hace un año y seguimos juntos. TQ”. Quita el envoltorio con cuidado y descubre una caja de zapatos. Abre la caja extrañada.
  • No me pondría esto ni muerta. Encima no es mi número.
Mira a la botella medio vacía, mira a su alrededor, mira su reflejo en la pantalla del ordenador mientras suena la canción “never free, never me”. Coge la caja de zapatos, abre la terraza y la tira al vacío. Río abre la puerta y se sorprende al encontrarla en la terraza.
  • ¿Qué estas haciendo ahí?-pregunta mientras cierra la puerta con la cerveza en la mano.
  • Nada importante, cariño. Trae esa cerveza.

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