sábado, 5 de mayo de 2012

-Relato 3. Ana Vispo Trigo


Galleta de frambuesa

El reloj de su habitación marca las 12:25. Sofía termina de arreglarse. Se decide por unas bailarinas negras de charol a juego con su vestido ajustado de encaje. Se mira una vez más al espejo. Se pone un abrigo negro y vuelve a su cuarto a por una bufanda roja. Otra vez al espejo. Una tímida sonrisa reflejada en el espejo. Se da media vuelta y busca desesperadamente una bolsa de plástico para proteger el paquete de papel que tiene al lado de la puerta. Coge las llaves del piso, la nueva bolsa abultada y sale.  

Tras bajar las escaleras, ya en la calle, Sofía busca ansiosamente en su bolso. Saca una cajita metálica. Dentro papel de liar, cartón, un cogollo, boquillas finas, un mechero y tabaco. Sus blancas manos lían un fino cigarro en menos de diez segundos. Le cuesta encenderlo a causa del fuerte viento que azota la ciudad. Minutos después Sofía busca su móvil y escribe un mensaje sin necesidad de mirar el teclado: estoy saliendo de casa, me retraso. Lluevo puesto algo especial.

Mientras camina aprovecha para untarse vaselina en los labios y mirarse nuevamente a un pequeño espejo redondo que lleva en su bolso. Sofía protege sus pálidas manos resguardándolas del frío en los bolsillos de su abrigo. Poco después se encuentra bajando las escaleras de la estación del metro. Introduce las monedas suficientes y sale su billete. Faltan once minutos para que llegue el próximo metro. Repite la misma maniobra de antes y escribe otro mensaje sin apenas mirar: llegaré algo más tarde. El metro. :-(

Al otro lado de la ciudad, acostado en una cama doble y en un apartamento lleno de luz con grandes ventanas Breo se despierta con el “bip” de su teléfono móvil. Estira su mano izquierda y coge el aparato. Entreabre sus ojos, se los frota y mira la hora en el despertador: 12:40. Lo enciende, suena un programa sobre literatura.

Segundos después Breo se encuentra abriendo todas las ventanas del apartamento y haciendo la cama. Coge dos toallas limpias y grandes de su armario y se dirige al baño acelerando el paso. Una ducha de cuatro minutos. Minutos después cambia la esponja por el cepillo de dientes y, mientras se pasa el hilo dental se queda mirando la maquinilla. Vuelve a mirar el reloj. Se mira de perfil en el espejo y acaricia, con cada una de sus grandes manos cada mejilla. Sale del baño, se pone unos calzoncillos blancos y un pantalón de chándal gris. Enciende la máquina del café.

Una luz verde en el panel informativo indica que el metro está llegando. Sofía cierra el libro, coge la bolsa de plástico y se levanta. Se acerca hasta el borde del andén y espera a que la puerta del metro se abra. No busca asiento. Se queda apoyada en la barra al lado de la puerta leyendo Sunset Park. Diez minutos después Sofía sale del metro. Estática y seria, vuelve a colocarse bien su bufanda roja en las escaleras eléctricas. Sigue soplando el viento.

A doscientos metros Sofía entra en un restaurante chino. Se dirige directamente a la barra.
-Buenos días.
-Buenos días. Venía a buscar un encargo.
-A nombre de…
-Sofía Fernández.
-Un minuto.
El camarero sale minutos después de la cocina con dos cajas rectangulares. Tras pagar Sofía sale del local. En su mano derecha sigue cargando con la bolsa de plástico abultada. Cien metros después vuelve a pararse, ahora en una pastelería. Compra galletas rellenas de crema de frambuesas y chocolate negro.

Delante del portal número 48 Sofía timbra en el cuarto D.
-Sí
-Soy yo, ábreme y mándame para abajo el ascensor.
-¡A sus órdenes señorita!
Álex se mira en el espejo antes de salir al pasillo. Efectivamente, el ascensor está en el cuarto piso. El ascensor desciende.
-Gracias- grita Sofía desde la entrada.
-De nada señorita- responde Álex. Vuelve a entrar al piso pero deja la puerta entreabierta.
Álex camina directo a la cocina. Coge una taza lila y vierte un poco de café, otro poco de leche, dos cucharillas de azúcar moreno y una gota de leche condensada.

Sofía entra con dificultades en el ascensor, coloca las cajas en el suelo, junto a las dos bolsas de plástico. Se mira al espejo, intenta domesticar uno de sus rizos indomables, repasa con carbón negro la línea de sus ojos, se pellizca los labios y vierte detrás de sus pequeñas orejas dos gotas de perfume. Llega al cuarto piso, coge las bolsas, empuja la puerta del ascensor y repite la misma colisión con la puerta de madera.

Entra, y sus napias perciben un olor familiar, le dedica una sonrisa al espejo del recibidor, esconde detrás del perchero la bolsa abultada de plástico y grita –Hola, ¿hay alguien por ahí?- oye los pasos de Breo que viene a su encuentro.
-Uau! ¿Y todo eso? ¿De nuevo traes comida? Dios mío que mezcla de olores- Breo coge las cajas y la bolsa de la pastelería. Se acerca más ella para besarla primero en la frente y después en los labios.
-¿Tienes mucho calor o qué? – pregunta sonriendo Sofía y dejando su abrigo y bufanda encima del perchero.
-¿Por?- contesta Breo desde la cocina casi atragántandose.
-Como vas sin camisa y hace tanto calor pues…- contesta Sofía dirigiéndose sigilosamente hacia la cocina.

Sofía llega a la cocina, apoyada en la puerta mira a Breo. Tras un breve silencio contesta – ¡Tú sí que no tienes frío! Sábado a la una de la tarde, ocho grados, y la señorita con transparencias. ¿Y esa sonrisa que se te acaba de escapar?- mientras se lo dice se acerca a ella, la vuelve a besar, pero ahora detrás de la oreja izquierda. Y un beso persigue a otro, después una mejilla y finalmente sus húmedos labios. No hay resistencia. Extrañas posturas alienan a la pareja. Las manos de Breo sujetan la cintura de Sofía. Se muerden, se besan, se tocan, se pellizcan. Tras el intercambio fluido de pasión Breo rompe el silencio.
-¿Tienes hambre?- pregunta Breo.
-Sí, sí, sí. Además he traído comida muy rica. Arroz con verduras y rollitos de primavera. ¡Y nuestras galletas preferidas!
-¿Las de frambuesa? –pregunta excitado Breo.
 -Sí.  Y también traje chocolate negro.
-¡Ahora sí que tengo hambre! ¿En el salón o aquí?
-Mejor en el salón, ¿no? Cogemos un mantel y así no ensuciamos la mesa.
-Vale, llevo yo la comida, coge de beber en la nevera y dos vasos, por favor.
-Hecho- Álex coloca el mantel y la comida, vuelve a la cocina a por servilletas y aprovecha la ocasión para volver a besarla. Sofía se deja y cada beso de su amante provoca en ella contorsiones. Breo vuelve al salón con las servilletas y Sofía lleva los vasos de cristal y zumo de naranja.
-¿Algún plan para esta tarde?- pregunta Sofía sonriendo.
-Mmmm, no había pensado en nada en particular. ¿Te apetece a ti hacer algo? ¿Cine? ¿Patinar? No sé, di tú… - Al escuchar a Breo Sofía cambia su alegre cara por una menos efusiva, más tranquila y triste. Sus cejas ya no se mueven con la misma intensidad de los últimos quince minutos y de vez en cuando se muerde el labio inferior y se le escapa algún profundo suspiro.
-¿Qué pasa? ¿He dicho algo malo?- pregunta preocupado Breo al darse cuenta del cambio en Sofía. Ella lo mira y termina sonriendo.
-¡Qué va! No te preocupes, comamos que se va a enfriar la comida. Ya se nos ocurrirá cualquier cosa para esta tarde. Pero patinar no. Como comprenderás… esta ropa no es precisamente para patinar.

Media hora después Sofía y Breo están sentados en el sofá comiendo la última galleta de frambuesa. Sofía está descalza. La alegría de la comida ha dado paso a un largo silencio en la sobremesa.  Él está serio y pensativo, Sofía intenta hacerle cosquillas pero él, frío 
como una noche de invierno, sigue congelado.

-¡Eo! ¿Qué pasa? ¿En qué piensas…? A ver si va a ser la galleta de frambuesa…- dice irónicamente Sofía. Breo no contesta. Sofía se levanta, camina hacia el recibidor. Retira sigilosamente la bolsa de plástico que estaba escondida detrás del perchero, quita la bolsa de papel que hay dentro y de ella extrae un paquete forrado con papel de seda azul marino. Camina sin hacer demasiado ruido hacia la habitación. Coloca el paquete rectangular azul sobre la cama. Al girarse se encuentra en la mesilla de noche el último libro de Paul Auster, Diario de invierno. Busca un trozo de papel y un bolígrafo. Los encuentra en su bolso.

Breo grita – ¿Sofía? ¿Qué haces?-.
-Estoy dándome una ducha- contesta Sofía gritando alegremente desde el baño. Álex se levanta del sofá, se dirige a su habitación y antes de entrar en el baño encuentra sobre la cama un paquete azul rectangular. Se sienta y lee la nota:

Te espero en la ducha. Feliz aniversario. Te quiero, Sofía.
“Olvidar no es un crimen; solo un simple error humano”, Paul Auster
.

Abre el paquete azul con mucho cuidado y descubre entre sus manos un grueso libro oscuro. Dentro… entradas de cine y de conciertos, la foto de la primera galleta de frambuesas que comieron juntos, decenas de instantáneas donde salen comiendo, leyendo, sonriendo, desnudos, jugando…Cartas, fotos de coches amarillos y algún que otro coche naranja y fechas y más fechas.

1 comentario:

  1. hola compañera! creo que haces demasiadas enumeraciones, por lo que te he leído es un poco tu estilo pero si no lo cuidas pierdes las imágenes. No hay imágenes en tu relato, sólo sucesión de momentos pequeñitos. también entiendo que es un poco tu estilo fijarte en las cosas minúsculas de la vida, pero creo que tanta enumeración de detallitos pierde la atención del lector. no sé qué pensará el profesor pero es mi opinión y espero que te ayude a pulir el texto, que es muy tierno, triste y romántico!

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