PALOMAS
Conducía apurando los últimos segundos de
cada semáforo como un alcohólico la copa que se promete será la última, en cada
escapada ganaba a un desafío perenne e inconsciente, semáforos rojos quedaban
atrás. A sus cuarenta y dos años por fin tenía un coche elegido por capricho, una de las ventajas de
su nueva soltería, Blanca y él se habían divorciado el año pasado y a Raúl, el
hijo de ambos que estaba a punto de
cumplir los dieciocho, la posibilidad de conducir el nuevo deportivo de su padre había sido más que suficiente para
que lo apoyara en tal decisión.
…
Serían las nueve de la mañana, la llamada de
su padre lo había sorprendido. “No he dormido en toda la noche, ven a recogerme,
no me encuentro bien, esto es como la otra vez.” Que su padre lo llamara lo
dejó completamente descolocado. Le pidió disculpas a un alumno que en ese
momento llamaba a la puerta y salió
precipitadamente de la universidad.
Trataba inútilmente de recordar cuándo fue la última vez que
hablaron por teléfono, tal vez la semana pasada pensó, o la anterior. Nunca lo
había hecho al despacho, ni al despacho ni
a cualquier otro sitio, su padre era de los que aún se resistían a las ventajas de la telefonía móvil
o de cualquier otro artefacto moderno, como les contestó la última vez que le rogaron
que por favor lo
utilizara, aunque solo fuera para cosas importantes. Germán había
observado la caja donde el teléfono permanecía sin estrenar y cambió de conversación como si sintonizase otro canal.
Llamó a la puerta, no tenía llaves de la
casa. Escuchó un andar tan detenido que le hizo pegar la oreja contra la
puerta, no quiso llamar de nuevo, lo alteraría y después tendría que disculparse, disculparse por alterarlo
y disculparse por disculparse, sería la misma cantinela de siempre. Aún recordaba
el día que dejó las llaves en el aparador de la entrada.
…
-¿Es eso lo que piensas hacer? ¿Filosofía? ¿Y
de qué vas a comer cuando termines, me lo puedes decir? Supongo que esa
amiguita tuya, cómo se llama, Clara, te
habrá animado a hacerlo.
-Blanca papá, Blanca. Y no es una amiga,
sabes de sobra que es mi novia, llevamos un año saliendo juntos.
-¡Un año, un año! ¡Y en un año todo lo que
has vivido en esta casa se te ha olvidado! Esa chica te ha lavado el cerebro.
-No se me ha olvidado nada, padre,
precisamente por eso.
-¿Precisamente por eso? ¿Qué quieres decir?
Habla.
-Contigo es imposible hablar padre, no
llegaremos a nada, será un monólogo como siempre, prefiero callarme.
-Pues habla, te he hecho una pregunta.- Eloy permanecía
callado apretando los labios intentando mantener la presión fermentada de las
palabras que se le agolpaban en la boca.
-¡Habla, joder!
-Estudiaré filosofía.
-¡Tienes una obligación conmigo! Las empresas
no se dirigen solas, sabes? ¿Crees que porque ahora seas mayor de edad estás preparado para pensar en lo que te
conviene?
-La empresa no es mi obligación, es la tuya,
no te equivoques.- Consiguió decir a la vez que aspiró para tomar aire.
-¿Qué no me equivoque? Pues es la empresa la
que te da de comer y la que te pagará los estudios, siempre que no sea esa
mariconada.
- Nunca me haré cargo de la empresa.
-¿Pero quién te has creído que eres para
hablarme así?
-Tu hijo, desgraciadamente.- Escuchó de su
boca. El vómito había empezado, sabía que ya no podría contenerlo.-El problema es que jamás me has
visto como tal, para ti soy una manera más de conseguir tus propósitos, como tus empleados pero con nombre, al menos del
mío si te acuerdas, ni eso dejaste que
lo eligiera mamá, claro que mamá también
fue otro medio.
-¡A tu madre no la metas en esto! No quiero
que hables de ella.
-Nunca has querido que hablemos de ella. ¿Por
qué no puedo ni nombrarla? ¿Sigues
odiándola porque no cumplió tus expectativas? ¿Es eso lo que me pasará a mi o
es porque me parezco demasiado a ella?
-¡No sabes nada! ¡No entiendes nada!
-¿Y cómo quieres que lo entienda? Das por
hecho cosas que son hipótesis, vives en la suposición padre y no sé cuándo me
verás a mí, no soy tu proyecto, ni tu
continuación, ni ella.
-Vete,
no quiero hablar más. No será mi empresa la que te mantenga mientras estudias. ¿De qué
vas a…
…
Germán abrió
la puerta sorprendiéndole con la última palabra de aquella conversación
en su cabeza. “Vivir”, escuchó de su padre antes de dejar las llaves sobre el aparador de
la entrada y marcharse con Blanca.Todavía permanecían allí.
-¿Qué pasa padre? No he entendido nada por
teléfono. Estaba trabajando, no he avisado
que me iba.
-Te he dicho que me encontraba mal. Queríais
que os llamara, ¿no?, pues eso he hecho.
-Sí, claro-. Eloy, se acercó dificultosamente
para darle un beso, notaba que desde su espalda, como un imán, algo lo arrastraba hacia el lado
opuesto donde se encontraba su padre, le rozó la frente con los labios, lo notó destemplado.- ¿Desde cuándo tienes
fiebre?
-No lo sé. No me he dado cuenta, pero llevo
unos días más cansado de lo normal, ¿qué día es hoy, domingo? ¿Has llamado a
Raúl? ¿Vas a almorzar con nosotros?
-Padre-dijo con una voz de ventrílocuo que él
mismo no reconoció. -Voy a llamar a tu médico, seguro que Felipe nos atenderá.
La consulta estaba llena, les habían dado
cita inmediatamente por ser un paciente
de hacía muchos años y ahora les tocaba tener paciencia. Eloy
ayudó a su padre a sentarse y
cuando la luz de la sala de espera les
durmió los ojos a ambos sintió la mano de su padre que se agarraba a su
pierna como una vieja raíz de un robusto
árbol. Germán quiso decirle algo, abrió la boca durante unos segundos y la
cerró al tiempo que aflojaba la mano, no dijo nada.
…
Felipe llevaba tratando a Germán algo después
de que el doctor Valatela le encontrara “algo raro pero inapreciable” hacía ya siete
años. La tranquilidad con que aquel doctor le había dado el diagnóstico a Germán hizo que éste no le diera mayor
importancia y no dijera
nada hasta un día que almorzaba con su nieto, que empezó a sentirse mareado. Raúl llamó a su
padre y entre los dos lo llevaron a urgencias, allí le detectaron un tumor en
la próstata y desde entonces el doctor Martínez, Felipe para sus pacientes, lo había
estado llevando hasta que se recuperó totalmente.
-¿Y Blanca, cómo está? Hace tiempo que Raúl no me cuenta nada de
ella.
-Está bien papá.
-Quiero que venga, ¿por qué no ha venido?
-Papá, sabes que Blanca y yo ya no estamos juntos.
-¿Y por qué no estáis juntos? Eres idiota.-
Esa si era la típica respuesta de su padre, ahora se podría quedar algo más
tranquilo. Eloy pensó para sus adentros cómo podría explicar por qué se había
separado de Blanca si realmente si ni siquiera él lo sabía. Por aburrimiento
tal vez. Se acordó que tenía que llamar Raúl, habían quedado para comer y en
ese mismo momento su móvil lo expulsó de sus pensamientos.
…
Raúl fue la posibilidad de reconciliación
entre padre e hijo, un modo de negociar la biografía que escribían juntos pero con
palabras en diferentes idiomas que los confundían a cada intento de aproximación. La inseguridad que tenía el uno en el otro hizo que esa
reconciliación quedara reducida a reencuentros familiares donde el
peso de los recuerdos adormecía la necesidad que ambos tenían camuflándola
entre orgullo y sentimientos de culpa. Eloy además, trataba siempre de
racionalizar esas sensaciones de
necesidad afectiva argumentándose que eran debilidad. Se cambiaron las formas
de relacionarse, un nuevo posicionamiento pero la misma situación, como una
novela que se repitiese a sí misma. Al
menos cambió un elemento, un narrador externo llamado Raúl. Si hubiera sido
chica a Eloy le hubiera gustado llamarla Esperanza, pero después pensó que fue una suerte que naciera niño,
Esperanza era una palabra demasiado
larga para decirla a menudo.
…
-Abuelo, ¿podemos decirle a papá que venga a
nuestra cueva?
-¡Pues claro! Ahí mandas tú, eres el único
que tienes el poder de permitir o rechazar la entrada.
-¿Crees que le gustaría venir?
-Estoy seguro que sí, salvo que tenga mucho
trabajo y no consiga encontrar el camino,
ya sabes, cuando empezamos a hacernos mayores nos volvemos muy
despistados.
-Ya, siempre me dice que no tiene tiempo, yo creo
que no le gusta jugar conmigo.
-A ver Raúl, ¿te gusta ver la tele?
-Sí, claro, no seas tonto abuelo.
-Y cuando un día de esos que llueve mucho y
pasas el día entero viendo la tele porque no se puede salir, ¿qué te pasa?
-¡Pues que me aburro de la tele!
-¿Y qué haces?
-No sé, nada.
-¿Entonces, te gusta ver la televisión sí o
no?
-Sí pero…
-Pues eso Raúl, a tu padre le gusta jugar
contigo, lo que sucede es que pasa
muchas horas trabajando y acaba tan aburrido que no se da cuenta de lo aburrido
que está y ya no sabe qué hacer.
-Pero entonces ¿por qué cuando yo le digo que
si jugamos me dice que está cansado?
-Porque está tan cansado que ya no le apetece nada, ni siquiera pasarlo bien.
-¿Pero estar contento cansa abuelo?
…
Raúl adoraba a su abuelo. Germán lo entretenía
con historias que él transformaba a su antojo convirtiendo a máquinas y
empleados en alienígenas a los que “Raúl el guerrero” derrotaba dejando al mundo libre de peligros. Su
abuelo, con la voz teñida de azules lo transportaba a una cueva estelar dónde él era el
defensor y guardián de todo lo que un día sería su reino. Y siguió abrigando finales
felices para esas historias hasta que sus padres se separaron. El divorcio, acabó con sus sueños infantiles
y con los almuerzos familiares de los
domingos, pero Blanca siguió llevando a
su hijo a casa de Germán para que almorzase
con él hasta que Raúl tubo autonomía
suficiente, y entonces nieto y abuelo
empezaron a quedar cuando les apetecía, que solían ser los domingos, pero solos.
Raúl se convirtió en el punto de unión de de
un círculo sin cerrar.
…
-Raúl, hijo, te iba a llamar ahora. No voy a
poder recogerte hoy.
-No importa papá, por eso te llamaba, tengo
que hacer un trabajo con unos compañeros y me viene mejor quedarme en casa de mamá.
-Ah, bueno. Había pensado que te podrías acercar tú a ver al abuelo y
quedarte allí conmigo.- Raúl notó que la voz de su padre vibraba como el tubo
de escape de un coche destartalado.
-¿A casa del abuelo? ¿Es que le pasa algo?
-No lo sé. Está destemplado y parece desorientado. Estoy en la consulta de Felipe con él.- La voz de su
padre volvió a sonarle metálica.
-Voy para allá. Se lo diré a mamá.
-No Raúl, aquí vamos a estar un buen rato,
haz el trabajo con tus compañeros y después si quieres te vienes para acá.
-¿Seguro papá?
-Sí hijo, tu abuelo seguro que lo prefiere
también.- La enfermera los acompañó
hasta la puerta y Felipe estrechó la
mano de los dos con afecto.
…
-Eloy lo siento, tu padre está minado. No sé
cómo puede tenerse en pie. Empezaremos a hacerle pruebas mañana mismo.-
“Minado” había sido la expresión que utilizó el médico por teléfono. Su padre
tenía el hígado minado como un país en guerra.
Eloy no pudo más que asentir con la cabeza
aunque Felipe no podía verlo. Cuando colgó, su padre lo miraba con ojos tan profundos que sintió miedo de caer
dentro de ellos.
-No quiero más pruebas hijo, me gustaría decirte algo. Me
temo que he esperado demasiado tiempo en encontrar el momento y ahora es el
peor de todos.
-Padre, no tienes que decirme nada, estás
cansado, anda, vamos al dormitorio, te ayudaré a desvestirte, deberías
descansar.
-No, me quedo en el sillón mejor, así
estaremos juntos.- Eloy no se atrevió a insistir, jamás había escuchado en las palabras de su padre el deseo de estar
juntos. Sintió un dolor en el estómago y pensó que no habían almorzado todavía.
-Está bien papá, voy a preparar algo para
comer, tu nieto vendrá luego a verte.
-Eloy, tu hijo es un gran chico.
-Lo sé papá.
-Se
parece mucho a ti.- Eloy no fue capaz de resistir la mirada de su padre, le dio
la espalda para dirigirse a la cocina mientras le contestaba.
-Más bien se parece a ti padre. Cuando os veo
charlar me pregunto si alguna vez he
estado hablado tanto tiempo contigo como lo hacéis vosotros. Y si yo hablo con
él lo suficiente, no sé.- La tarde se oscurecía, un viento tormentoso traía
nubes que se empujaban unas a otras amontonándose como en una bulla
intentando entrar en el estómago de Eloy.-Es tarde padre, no has comido en
todo el día ¿qué te apetece tomar?
-Hay tiempo.
-Si ya es casi la hora de cenar, papá por
favor, deberías tomar algo…
-Hay tiempo para ti, para los dos. Y ojalá lo
sea también para que hables con Blanca, jamás te ha dejado Eloy, siempre está ahí cuando la
necesitas, ¿te has preguntado por qué? No dejó de traerme a Raúl cuando os
separasteis, no ha dejado de preocuparse por ti nunca. Yo, bueno, tuve celos de
ella al principio, tenía miedo de que te abandonase y celos de que no lo
hiciera, tu madre…tu madre nos abandonó y yo…
-Papá, ahora no por favor.
-Ahora ya no es el momento, pero no puedo
esperar más, te debo algo, algo que siempre me has pedido y siempre te he negado.
Demasiado orgulloso para hacer el esfuerzo,
demasiado asustado para intentarlo.
-Ya no me interesa papá, no te preocupes,
estás cansado. Eloy no podía soportarlo, comprobar cómo su padre estaba
sufriendo para decirle algo, se sentía
incómodo, le dolía verlo así, no podría aguantar verlo disculparse, ya no, sería más fácil
estar con él con la frialdad acostumbrada, así podría controlarse, si no
derraparía.
-Eras un niño Eloy, tu madre nos abandonó sin
explicaciones, ni una palabra, ni una señal que yo percibiera… un bote de
pastillas vacío y nada.
…
Lo despertó el parloteo insistente de esas
aves que tenían la maldita costumbre de anidar en el hueco de la persiana.
Desmesurada energía tan temprano,
necesita unos minutos de silencio para encontrarse a solas con su ansiedad, una
vez equilibrado el reencuentro ya podría
competir con la de los demás.
¿Por
qué se le llamaba arrullo al sonido que
emitían esas malditas palomas? Para distraerse de sus propios pensamientos Eloy tenía un sistema que comenzó a utilizarlo
desde muy joven, formulaba una hipótesis
de cualquier cosa y se dedicaba a darle
vueltas en la cabeza hasta formarse su propia teoría, la mayoría de las veces descabellada,
pero a él lo dejaban tranquilo, más que nada porque conseguía su objetivo, evadirse de su realidad.
Pero esta vez su manía de racionalizarlo
todo no le dio el resultado que deseaba.
La ceremonia había sido sencilla. Blanca no
se había separado de Germán en los quince días anteriores a la incineración y se
encargó de organizarlo todo mientras padre
e hijo trataron de volver a la rutina
caminando sobre zancos que todavía los mantenían a un par de metros del suelo.
…
-Papá, te llamo por si te apetecía almorzar
hoy conmigo. Me gustaría presentarte a alguien.
-¿A alguien? ¿Ese alguien tendrá un nombre,
no?
-Bueno, sí, Espe.
-Jajaja, ¿Esperanza?
-¿Y por qué te ríes?
Por nada hijo, es que estoy contento.
-Ah, vale. Y bueno, ¿qué?
-Me parece estupendo solo que…
-¿Qué papá? ¡Venga!
-Que había quedado con tu madre para hablar
de algunas cosas, de papeleos y eso. Aunque imagino que puede esperar.
-Ni se te ocurra padre, no seas tonto. Ya te
la presento otro día, ¿vale?
-De acuerdo hijo, podríamos comer juntos el
domingo, ¿te parece?
-Vale, se lo pregunto a Espe, a ver si puede.
Oye:
-¿Qué Raúl?
-Te quiero papá.
…
Eloy salió con tiempo de sobra para encontrarse con Blanca, dejó el coche
aparcado y se puso a caminar mientras la
esperaba. Había llovido bastante este invierno, las jacarandas rabiosas de color llenaban la avenida. El viento deshacía las
nubes y arrancaba las de flores de los árboles, pringando las aceras
con las pisadas de los peatones. Una
bolsa de basura competía revoloteando con
palomas buscando el equilibrio cuando un excremento de ave le calló en el hombro. Eloy sonrió, no podía entender
cómo un ave tan sucia pudiera ser símbolo de armonía. ¿Por qué nos
empeñaríamos en hacerlo todo tan confuso? Pero esta vez no sintió necesidad de racionalizar.
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