martes, 22 de mayo de 2012

Relato 2. Rosa Estrada

                                              EL QUIEBRA HUESOS

-    ¡Pablo llama a la ambulancia! ¡ Ligero ,hombre! Matías está quebrado, allà abajo.
   Los operarios descendían apresurados de los andamios por la improvisada y tosca escalera de madera; los más ágiles escogieron las sogas. Sobre los trozos de madera y tablas de pino, yacía un hombre de bruces, inmóvil, gimiendo, sin que nadie se animase a tocarlo,pues ni bien intentaban tocarlo, los gritos eran desgarradores. Veinte minutos después se oyó el sonido estridente de la sirena de la ambulancia que corría alocadamente por las calles de Bambamarca para llegar al lugar del hecho y el médico después de una exhaustiva investigación se dio cuenta que Pablo tenía varias y dolorosas fracturas óseas.
-   ¡No sé qué pasa con ese hombre!,decía Don Joaquín , cuando prestaba declaración ante la Compañía de Seguros. Es la séptima vez que Matías se accidenta  en nuestra firma, durante once años de servicio .Hasta parece el mismo “demonio”, pues siempre se rompe los huesos. Y en una exclamación desconsolada exclamó:  ¡ Creo que ya es tiempo para que se jubile!.
   Matías no podía quedar cesante sin el consentimiento del “Sindicato de Construcciones Civiles, pues era un empleado responsable, con más de diez años de trabajo, aunque había sufrido varios accidentes de consideración, que lo habían recluido varias semanas en los hospitales. En algunos casos, los médicos ajustaron sus huesos de manera deficiente, y el infeliz, tenía que ser fracturado nuevamente para volver sus huesos a la posición normal. Le habían puesto el nombre de “Quiebra huesos”, y las radiografías que él poseía eran mas que suficientes para constatar una de las más tristes historias del sufrimiento humano.
   Veinte días después de ese último accidente, Matías obtenía el alta del hospital y se presentaba nuevamente para tomar servicio. El  capataz lo miró con cara de desconfianza y algo desconsolado
-    ¡ Hombre de Dios! ¿Por qué no se jubila de una buena vez? ¿Qué adelanta trabajar en ese estado?, si vive más tiempo en el hospital que  en el trabajo.
-   ¿Qué voy hacer Don Joaquín? Tengo mujer y 5 hijos. Lo que me daría mi Plan de Pensiones no alcanzaría para comer.
Se encogió de hombros con aire entristecido
-    Comprendo su situación, pero no puede continuar así.
-    Puede que sea mi destino, no digo que no, pero si Dios quiere que sea así . ¿Qué voy hacer? ¡Un día de esos se termina, aunque sea con la muerte!
-    ¡ Vamos hombre!. No se haga ilusiones que hasta ese extremo no llega la cosa. 
-    Gracias por todo Señor. Usted  a pesar de tener un carácter fuerte es un alma simple y laboriosa.
   Don Joaquín se quita el sombrero y se pasa la mano por los cabellos, luego con decisión da un ligero empujón a Matías, como queriendo disimular su buena intención)
-  ¡Camine hombre! Desde hoy en adelante,usted quedará trabajando en la garita, apuntando a los empleados y controlando los camiones de carga.
-    Que Dios se lo pague Señor.
-    ¡De esta vez, creo que usted del suelo no pasa!.
-    No diga eso Señor.
   Matías asumió la nueva tarea totalmente abatido y parecía oìr una voz íntima que le predecía constantemente un nuevo fatalismo, con nuevos dolores y quebraduras de huesos. Ya comenzaba a ceder ante la mala suerte y el cansancio de cada día, sintiendo miedo al futuro. Sin embargo,  ninguna persona reaccionaba tan favorablemente ante las quebraduras de huesos.El organismo  de Matías tenía apuro para reconstituir sus huesos, a tal punto, que algunas veces, parecía corregir los dictámenes médicos y acertaba en su conformación anatómica. En  fracturas que debían alcanzar varios meses para repararlas, le bastaban algunas semanas para rehacerlas. Los médicos examinaban con mucho cuidado la parte ósea recuperada, alarmados ante el tiempo invertido por la naturaleza, en donde las suturas eran coherentes y la cura asombrosa. Y por lo tanto, el resultado siempre era el mismo:  ¡Apto para el servicio!
   Hacía mucho tiempo que Matías soñaba con la jubilación por invalidez, y más tarde se ayudaría con pequeños servicios para alcanzar la atención de su familia. Pero siempre le dominaba un complejo; en aquella existencia desgraciada.
-    Buenos días Matías. ¡Pero qué bien te veo hombre! Y sólo han pasado tres meses
desde que te cambiaron de puesto.
-    Buenos días Don Luis.¿ Cómo está usted? Hace mucho que no venía a darnos  
un vueltita.
-    Fui  a la capital con la familia. Me alegra ver que te va bien en tu nuevo puesto.
-   No me puedo quejar señor, si hasta engordé 5 kilos, pero hay algo que no me deja tranquilo .Me parece que oigo a una voz íntima, la de mi conciencia, la que  me predice a cada instante una nueva desgracia , con nuevos dolores y    fracturas de huesos.
-  Ja ja ja...¿ Pero qué estás diciendo?
( en ese instante)
-   ¡Matías abra  la puerta del fondo; el camión  va a entrar por allí!
¡ Apúrate hombre!
-   ¡ Ahora voy Don Joaquín!, hasta luego Don Luis, ya lo veré en otro momento.
-   ¡Ve con Dios!
-   !Cojo las llaves y abro la  puerta Don Joaquín!
(Abre la puerta y hace señas con las manos al chòfer)
-   ¡Adelante!, ¡El camino está libre !.
-   ¡ Salgan todos del camino, gritó el chófer.
-   ¡Puedes entrar! ¡ No hay nadie!, respondió Matías.
  El pesado vehículo roncó fuerte y el chófer pisó firme el acelerador...de pronto se escuchó un fuerte estampido y los neumáticos delanteros reventaron, fue entonces cuando el motor paró.
De pronto:
-    ¡AY! , ¡ Ayúdenme! , ¡Ayúdenme por favor!, ¡Me muerooooooooooooo!
-    ¡Matías!, ¡Matías! ¿ Dónde estás?
-    ¡ Me muero!, ¡Me muerooooooooooooo!
-  ¡Dios Santo!, ¡No puede ser! .¡Este hombre se está desangrando!, ¡Llamen a la ambulancia!. ¡No te muevas Matìas!, ya verás que de esta también te libras...
-    !Ay!, ! Ay!..No lo creo señor, los caños galvanizados  no sólo han roto mis huesos, sino también han destrozado mis vísceras. ¡Me estoy muriendo!
-    ¡ No se queden parados! ¡Llamen a la ambulancia!.¡Está echando  sangre por la boca!
   Se escucha la sirena de la ambulancia
-    ¡Hàganse a un lado señores! ¡ Èste hombre está muy mal herido!, dijo el médico.
(conducen a Matías al hospital!)
Don Joaquín murmurando manifestó: ¡Ocho quebraduras de huesos! ¡Santo Dios! ¡Jamás vi una cosa así! ¡ Eso hasta parece cosa de satanás!.Me siento frustrado en mis buenas intenciones...  Y yo que quise ayudarlo.
-   ¡Vamos hombre! No es tu culpa. Es su destino..
   En la habitación del hospital Matías yace tendido en la cama conectado a varios aparatos y en estado de coma.
   En  voz alta Matías expresó:  ¿Cómo es posible que me encuentre tan reconfortado y sin  dolores después de haber sufrido semejante accidente?. De seguro estoy en un moderno hospital bajo los cuidados de médicos renombrados. Incluso ya no  tengo las ataduras de los moldes de yeso que tanto me incomodan después de cada quebradura de huesos.
   Al darse la vuelta en la cama, se sorprendió al ver a un anciano de cabellos blancos, que con gestos de bondad lo calmó.
¡Matías; tranquilízate, tu conformación en la vida terrenal te liberó de las culpas del pasado.
   Y ante el asombro de Matías prosiguió el anciano bondadoso. 
De ahora en adelante, cuando vuelvas a tu nueva vida, tendrás menos peso y más aprendizaje espiritual. Ahora estás en armonía con la Ley que  transgrediste en el pasado, pues aceptaste resignado lo que te tocó vivir hasta hoy. Los huesos de tu cuerpo físico se quebraban bajo el determinismo de la Ley, pero tu alma se fortaleció en la prueba redentora.
  Matías arreglaba los huesos bajo el influjo magnético que salía de las manos del  venerable anciano, su memoria se iba aclarando  y su mente le presentaba cuadros muy nítidos. Acontecimientos extraños, pero que él presentía que los había vivido  en otros lugares, se iban proyectando a modo de películas cinematográficas. Confuso pero consciente se vio transfigurado en otro hombre; era un robusto español tostado por el sol, arbitrario , de mal genio, agresivo, cruel y vengativo. Algunos hombres del mismo temperamento lo rodeaban con respeto y temor, mientras él transmitía instrucciones severas. Se llamaba Manuel Gonzalez – el contrabandista – y tenía el hábito perverso de vengarse de los contrarios. Sus andanzas y bandidajes los ejercía en las fronteras de España y Portugal, y su placer era ajusticiar a sus enemigos, arrojándolos desde los altos peñascos, gozando al verlos despedazarse contra las rocas y quebrándoles todos los huesos.
   Entonces Matías volvió los ojos humedecidos hacia el venerable anciano y reconociendo de quién se trataba, le agradeció ,como lo hace un niño cuando comete una imprudencia. Una dulce paz le invadió el corazón, mientras de su ser se desvanecía el remordimiento, que hacía muchos años vibraba pesadamente en lo más íntimo de su alma. Inclinó la cabeza lentamente y con gran alivio expresó:
-   ¡Gracias Dios mío!.
   
           

1 comentario:

  1. Un narrador externo deficiente no puede decir esto: "Hacía mucho tiempo que Matías soñaba con...".

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