miércoles, 5 de septiembre de 2012

Relato 3 Julio Trino Blanca Vergara

                                             EL SECRETO DE TANJA



Unai sienta en sus rodillas a Rocío y pega una sonora calada al porro. Joel mira a su izquierda, en dirección a Rosita: inclinada hacia delante, una gran lorza se nota bajo su camiseta. Ella percibe la atención, se pone tiesa y se atusa el crespo pelo.

 “Ni de coña”- concluye Joel.

Última noche en Tánger después de ocho. El congreso había ido genial: había hecho gran cantidad de contactos profesionales y por fin había podido conocer esta ciudad. Unai pellizca las tetas, con poco disimulo, a Rocío, que se agita y simula cierta molestia.

-Bueno chicos, creo que va siendo hora de que me vaya a mi catre- estima Joel.

- ¿Qué coño dices?- arroja Unai- Son las 05:05 de la mañana, huevón. Quédate a dormir y fuma canuto.

- Eso, eso, quédate- ronronea Rosita.

- No, de eso nada. Mañana sale al barco a las 11:30 y quiero descansar. Además, que tengo mi hotelito esperando.

- Que pesado con lo del hotelito- dice roció, mientras aparta las manos de Unai de sus pechos- quédate, duerme con Rosita y mañana temprano vas a por tus cosas y te vas para el puerto. Nuestro avión sale a las 09:00 y mira.

- Eso, eso, quédate.

- No, no. Lo siento. De hecho, no tendría que haber ido ni al “Club Regina”. Por cierto, creo que es la vez que he pagado más por una birra.

- Pero no digas que no lo hemos pasado de puta madre. ¿Cuándo vas a volver a bailar sevillanas rodeado de moros frente a un póster de Terminator I y II?... ¡ja, ja,ja!

- La verdad es que eso estuvo genial. Pero ya sabéis que soy un mitómano y me espera mi hotelito en la calle donde el yonki de Burrougs escribió “El almuerzo desnudo”.

- Quédate.

- Tú sabrás- suelta roció, mientras se gira y le come la boca a Unai.

Joel camina por la calle, apresuradamente. Es tarde y no se ve un alma por la calle. La despedida se alargó un poco más, pero al final entendieron que no había posibilidad de que cambiara de opinión.

- “Pobre Rosita.”

Aferra la piedra de hachís que le ha dado Unai (“No vamos a tirarla, ¿no?) y acelera el ritmo. La Rue Magallanes está cerca.

- “Menuda putada lo del Hotel “ El Muniria”. Mira que había reservado, pero por media hora guarra, me quedé sin habitación. Al menos dormiré en la misma calle donde William caminaba junto a efebos con polla en forma de cuña.”

- Se ríe de su propia gracieta, justo cuando en la otra acera, a 30 metros, ve una figura humana avanzar a trompicones. Joel acelera de nuevo el paso. La figura se detiene.

-“Mierda, esto es Tánger a las cinco de la madrugada un sábado noche. A la primera de cambio salgo pitando.”

A medida que se acerca a la figura, a la que no quita ojo pero de manera disimulada, va descubriendo que se trata de un muchacho de unos 15 años. Joel desacelera progresivamente cuando percibe con claridad que el chaval está lejos, muy lejos: un velo negro de disolvente sobre unos ojos impávidos, negros como el alquitrán: un colocón brutal. No obstante, decide volver a acelerar.

- “Cuanto antes llegue antes me fumo el super porro y para la cama.”

- Al llegar a la esquina del Hotel “Rembrandt”, tuerce con seguridad y comienza a bajar por la Rue Magallanes.

- La piedra está un poco mojada de sudor. Comienza a calentarla. Tuvo suerte y el dueño estaba despierto, por lo que solo tuvo que timbrar un par de veces. La maleta está hecha, el despertador puesto. Saca un cuaderno y decide esbozar unas últimas palabras en forma de poema irregular, a oscuras.

- “Grito de Paso” será el nombre.”

- Vuelve a la tarea. El porro está listo. Acude a la ventana, lo enciende y le da una profunda calada. Es polen, rubito, suave. Viendo que mañana no fumará, lo ha cargado bastante. Las vistas no son especialmente bonitas: un edificio a menos de diez metros le corta la posibilidad de admirar el puerto. Al menos se escuchan las bocinas de los barcos.

- “Tanja”.

- En esas está cuando, justo delante de su ventana, se enciende una luz. Por alguna razón esconde el porro, corrigiéndose al instante. Sí que se echa un poco para atrás, para no ser especialmente visible. De repente aparece ella.

-“¡Coño!”

No más de 17 años, pasa ligera ante la ventana con un pañuelo en su cabeza.

Y nada más.

- “¡Joder!”

Joel se echa un poco más para atrás, ruborizado, aturdido. Parece impactado. Enciende de nuevo el porro y aspira nervioso. Decide esperar.

A los minutos vuelve a pasar, esta vez más despacio. Joel abre la boca: la chica, de piel morena y suave, con tupido vello púbico, acaricia distraída su vientre islámico. Los pechos juveniles muestran indicios de que tiene un poco de frío. Vuelve a desaparecer.

- ¡”Mierda”

Joel se quema los dedos. Recoge el porro y se acerca a la ventana para lanzarlo. Cuando vuelve a mirar, ella está frente a su ventana, apoyadas las manos en el alfeizar, mirando sus ojos. Son solo dos segundos antes de que una sonrisa amplia y un giro que le permite ver su firme culo, pongan fin a la experiencia; ella echa las cortinas.

Parece estupefacto. Se queda esperando largo tiempo, fumando cigarrillos. No vuelve a aparecer.

A las 06:30 se mete en la cama, después de garabatear una especie de relato relacionado con la escena que acaba de disfrutar.

“El secreto de la inmortalidad de Tanja es que, cuando te crees que te lo ha dado todo, te da más.”

Se frota los ojos y baja su calzoncillo. Intenta estimularse, pero está demasiado cansado. Se queda dormido poco después.

Va bien de tiempo, pero siempre se pone nervioso cuando tiene que coger algún medio de transporte. Antes de salir de la habitación, toma una foto de la ventana con la cámara de mala calidad de su viejo móvil: está cerrada.

“¿Acaso sería un sueño?”.

Sale disparado a la calle, con ojos foto sensibles, jugueteando con la piedra de hachís. La deja en el escalón del hotel de William.

- Mi tributo, señor. Que algún romántico la aproveche.

Atraviesa el mercado. Los nervios crecen. Está atestado de gente. No puede evitar chocarse. Teme que le roben la cartera: en algunos momentos cree notar manos que intentan colarse en sus bolsillos.

Saca el pasaporte de su abrigo y lo coloca en la mochila. La acomoda en su asiento y pide a otro españolito que se la vigile mientras sale a cubierta. Parece que quiere ver como Tánger se queda.

Ya fuera, rebusca en sus bolsillos. No encuentra su encendedor. Pide a un bigotudo que le de fuego. Cerillas. Los motores hacen su trabajo y el ferry comienza a alejarse. Cuando coloca el tabaco en el bolsillo de su abrigo, encuentra un papel, primorosamente doblado. Lo abre y lee:

“Mi nombre es Fatija. Ámame siempre, extranjero, tú que disfrutaste de mi belleza y mi juventud prohibida”

Joel aprieta el papel y se queda pensativo mientras la ceniza cae sobre su pecho.


"El secreto de la inmortalidad de Tanja es que, cuando te crees que te lo ha dado todo, te da más.”







1 comentario:

  1. El narrador no es puramente externo deficiente, como en:
    "Ella percibe la atención" o "El congreso había ido genial".
    Un narrador externo, no personaje, no puede expresarse de manera chusca, porque si no se convierte, a ojos del lector, en un personaje, como en: "le come la boca a Unai".

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