No se puede olvidar
Ya
son las diez de la noche. Lan está esperando en la estación central
de la ciudad. Está lloviendo torrencialmente. Un bus pasa
conduciendo a su lado, el chófer silba al pasar. Lan vuelve la
cabeza y gira la mano para decir que no va a subir. Sopla el viento,
siente un poco de frío.
Lan
es un chica de veintitrés años. Es guapa y delgada. Su cabello es
un poco rizado como las ondas del mar. Ella está esperando a su
prometido. Él es un chófer de minibús. Quedaron en verse a las
diez. Pero su prometido no aparece puntualmente. Piensa que a lo
mejor por la lluvia va a llegar tarde. Echa un vistazo a la comida
que tiene en la mano. Si no llega pronto, deberá calentarla de
nuevo. Mira a su móvil, ya son casi las diez y media. Una expresión
de preocupación aparece en su cara.
Mientras
ella está esperando en la estación, su prometido intenta conducir
rápido para volver. El maldito tiempo le estorba mucho. Suena su
móvil que está cerca del volante. Concentra toda su atención en
observar la situación del camino. El semáforo está verde. Entonces
no para ni desacelera. De repente, un camión cruza la esquina y se
choca con su bus. Bajo la lluvia, la calle está casi vacía. El
sonido es como un trueno. Como está cerca de la estación, aquel
chófer que avisó a Lan llega al lugar del accidente a tiempo. Pisa
el freno de repente y baja del bus con toda rapidez. Llama a pedir
una ambulancia mientras anda hacia el bus estropeado. Sube al bus
para ver si hay algo que pueda hacer por un colega desconocido. Oye
el móvil. El chófer lo coge y en la pantalla aparece un nombre:
Lan.
–Corre,corre,
¿sabes dónde está el jefe? Ha ocurrido un accidente en la esquina
cercana. Es el bus número 1314. –Un
chófer baja de su bus y corre hacia el otro conductor. Al oír eso,
Lan se queda con la boca abierta. El bus accidentado es el de su
prometido. Sale de la estación y coge el primer taxi que encuentre
para llegar al hospital lo antes posible. Tira la comida en el suelo
sin darse cuenta.
Llegan
la ambulancia y la policía al lugar del accidente después de unos
minutos. El chófer mira a los médicos llevando al hombre herido en
la ambulancia. Decide seguir conduciendo por el itinerario. Pero no
puede parar de pensar en el accidente. Aunque no conoce a esta chica
que se llama Lan, se compadece de ella. Cuando que el último
pasajero baja del bus, va directamente al hospital. Quiere saber qué
tal está este colega desconocido. Además, debe devolverle su móvil.
En
el pasillo largo y limpio, el chófer se sienta en la silla. Ha
preguntado a la enfermera qué tal está el hombre del accidente. Ya
murió. No sabe cómo describir lo que piensa ahora. Saca el móvil
de su bolsillo. Consulta el registro de llamadas, repite muchas veces
el mismo nombre: Lan. Marca el número de Lan. En la entrada del
pasillo, una chica que anda corriendo contesta el móvil, y lo hace
como si tuviera aún la esperanza de salvarse la vida:
–Wen,
me asustas tanto. ¿Dónde estás ahora? Oye, oye. ¿Por qué no
dices nada? –su
voz está llena de tensión.
El
chófer no dice nada, sólo mantiene el móvil en la mano. Esta chica
es Lan. Es la chica con quien se encontró en la estación central.
La chica llega la sala de urgencia pasando justamente delante de él.
Unos médicos salen y hablan con la chica. Ella entra en la sala y
sale inmediatamente, con las manos tapando la cara. No tiene ninguna
lágrimas en la cara. La enfermera toca su espalda para consolarla.
–No,
no es posible. Acaba de llamarme. Habéis cometido un error. Ese
hombre no es mi prometido. Mira mi móvil, es su número –grita
en el pasillo la pobre chica. El chófer lo ve todo. No es duro de
corazón. No puede devolverle el móvil de su prometido en este
momento.
–¿Qué
hace aquí, Hui? ¿Te has enterado del accidente, no? ¿Qué tal el
chófer de número 1314? –cuando
el chófer está dudando si va a devolver el móvil o no, llega el
jefe de la empresa de bus. El jefe ve al Hui que está inmóvil,
sale de su lado y ve a Lan en el fondo del pasillo.
–No,
no puedo creerlo. Debéis estar confundidos. Mi prometido acaba de
llamarme. Ese hombre muerto no es Wen –su
voz está temblorosa. El jefe no dice nada y se dirige directamente a
la policía para preguntar si hay algo que pueda hacer.
Lan
se sienta apoyándose contra la pared. Su primer encuentro con Wen
aparece delante de sus ojos como una película. Fue una noche. Ella
era su última pasajera. Llegó al destino final, pero ella no se dio
cuenta. Se sentaba en su asiento sin decir nada. Wen empezó a hablar
con ella:
–Hemos
llegado la última parada. ¿Quieres volver en mi bus?
–¿Puedo
bajar después de terminar esta canción? –contestó
ella.
–Vale.
Que disfrutes de la música –contestó
él.
–Tomo
tu bus con frecuencia. Siempre pones esta canción. Me gusta mucho
–dijo
ella.
–Te
conozco. Si te gusta, puedes tomar mi bus mañana. Puedes escuchar la
canción de nuevo. Ya es tarde ahora. Tienes que volver a casa –dijo
él.
Todo
está tan vivo que siente que es demasiado difícil aceptar su
muerte. Su voz está sonando al lado de su oreja. Está tumbada en el
sofá recién comprado, con la funda de plástico. La casa está
decorada como habían pensado los dos antes. Pero él ya no puede
volver. Cuando la gente se siente triste, llorar es una buena
solución. Ella no puede llorar, no tiene ni una gota de lágrima. Se
siente como si estuviera vacía por dentro. No sabe cómo describir
su sensación.
* * *
–Tía,
tengo hambre. ¿Puedes cocinar para mí? –no
se da cuenta cuando sale Lu de su habitación. Al verlo, se levanta
del sofá como si hubiera tenido una descarga eléctrica.
–Voy
a cocinar ahora. Lu, vete a cambiarte el vestido de colegio. Vamos a
llegar tarde –al
decir eso, Lan se mete en la cocina para cocinar. Lu vuelve a su
habitación corriendo, como lo hace todas los mañanas. Lu empieza a
comer. Lan va a arreglar su mochila–
¿Dónde está tu mochila? He dicho que no debes poner tu mochila en
cualquier sitio. Mira, ahora no la encuentro. Tienes que obedecer al
maestro, ¿vale? Date prisa, vamos a llegar tarde al colegio.
Lu
no contesta nada. Está de pie delante de su habitación, mira
fijamente a su mochila que está al lado de la mesilla de luna. No
entiende por qué su tía no la encuentra. Además, ella se comporta
de forma distinta en comparación con antes. Lu se viste y se toma el
desayuno tranquilamente. A la puerta del colegio, Lan
le da un beso a Lu en la mejilla. Se despide del niño girando la
mano.
Lan
sale del colegio andando como un espíritu. Bajo el sol, su cara está
tan pálida. Sus ojos están un poco hinchados. No se siente viva,
sólo tiene aspiración. Sigue la calle hasta que llega a un cajero.
Introduce la tarjeta para sacar dinero. Coge el dinero, tiene que ir
a la tienda de vestidos de boda. Todo estas cosas están escritas en
la lista, la lista de preparación de su boda. Anda tan rápido que
no siente la existencia de sus pies. Entra en la tienda, la señorita
le atiende entusiásticamente.
–Espere
un momento, señora Lan, por favor. Ya tenemos preparado los vestidos
de usted y su prometido. Felicidades. Bueno, voy a cogerlos –la
señorita se calla al ver que ella no contesta ni tiene expresión en
la cara. Luego vuelve con los vestidos en la mano. Lan los quita de
su mano y sale de la tienda como si tuviera que huir de un incendio.
La señorita de la tienda sigue su paso y dice en voz alta:
–Espere,
por favor. Se olvida el tique –la
chica alcanza a Lan y le da el tique. Lan lo toma en la mano y dice:
–Gracias.
Gracias –las
palabras salen como si las dijera en sueños. Coge un taxi para
volver a casa. En el taxi, su móvil empieza a sonar. Es su madre.
–Lan,
vuelve a comer a casa con Wen esta tarde. Voy a cocinar los platos
favoritos de Wen.
–Wen
murió anoche. Mamá, él murió en un accidente –Lan
contesta en voz fría. Su madre se asusta tanto que no dice nada más.
Después de unos segundos de silencio, ella cuelga el móvil.
* * *
Lan
recoge a Lu después de terminar las clases. Lu salta durante el
camino alegremente, como lo hacen los otros niños. No se da cuenta
de que todo había cambiado en una noche. Lan celebra una pequeña
ceremonia para Wen en la estación central. Unos de sus colegas ponen
ramas de flores delante de la foto. Un chófer sale de la multitud.
Es aquel chófer con el que se encontró en el accidente y que
apareció en el hospital. Se llama Hui. Hui saca el móvil de Wen y
se lo devuelve a Lan.
–Encantado.
Me llamo Hui, soy colega de tu prometido. Aquella noche pasé por
esta esquina donde ocurrió el accidente. Encontré el móvil en su
bus. Él intentó llamarte en su último momento. En el hospital, fui
yo quien te llamó. Lo siento. No pude devolvértelo en aquel
momento..
–Gracias.
¿Puedo preguntarte algo? –Lan
contesta, mira directamente a los ojos de Hui.
–Claro
–contesta
Hui.
–¿Su
último momento fue muy miserable o no?¿ Le dolió mucho? ¿No dijo
nada?–pregunta
ella, intentando controlar la emoción.
–No
dijo nada. Pero el momento fue muy corto, no fue doloroso. Te
acompaño en el sentimiento –contesta
él.
–Gracias
–contesta
ella. Lu corre hacia el lado de Lan y la mira sonriendo. Lan acaricia
la cabeza del chiquillo y vuelve la cabeza para que no mire sus
lágrimas.
* * *
En
el cementerio, Lan se queda silenciosa y mira hacia lo lejos. Las
montañas están cubiertas de verde. El mundo no cambia nada, pero
para ella todo parece diferente. No sabe cómo debe sentirse o cómo
comportarse para adaptarse al cambio tan brusco. Lu está mirando las
fotos de la lápida sepulcral. No tarda mucho en perder el interés.
Lan llama al chiquillo:
–Ven
aquí, Lu. Vamos a ponerlo juntos, ¿vale? –Lan
tiene el ataúd cinerario en la mano, lo toma estrechamente. Ellos lo
ponen dentro del
osario.
Lu echa un vistazo a la foto de la lápida.
–Es
papá –dice
alegremente porque reconoce a su papá.
–Papá
murió –dice
Lan tranquilamente.
–¿Qué
es murió? –pregunta
Lu.
–Morir
es viajar a un sitio lejano –contesta
ella.
–Entonces,
todos los demás también van a viajar. ¿Pero por qué no nos lleva
papá? –otra
pregunta de Lu.
Esta
vez, ella no contesta. Da un abrazo al chiquillo y le besa en la
frente. Lleva a Lu en los brazos y sale andando bajo sol poniente. No
se atreve a volver la cabeza para ver la cara de su amor. Realmente,
ella sabe que no lo va a olvidar. En la vida siempre hay algo que no
se puede olvidar.
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