miércoles, 5 de septiembre de 2012

-Relato 4. Diego Pla


         Ex-Princesa
-Eso, vete a bailar -le dice Charlie, su novio-. Crees que todo se puede arreglar bailando. -Lo dice sin alzar la voz, resignado. Ni la boca abierta ni la cara de tonto suplicante logran que ella conteste. 
Tara cierra tras de sí la puerta del piso que comparten. Antes de pisar la calle ya ha olvidado sobre qué discutían. Camina unos metros y se detiene en seco. "No te fíes de alguien que no lleva el calzado apropiado", había leído en algún lugar. Quizá un eslógan. La cuestión es que esta vez, esta noche, sí va bien calzada. En más de un arrebato se ha visto en la calle con chanclas. Incluso descalza. Las bailarinas que ahora lleva prometen más horas de baile que un tiro de la mejor cocaína. Y no precisan repostes.
Está frente a la puerta del Sucré. Es esto o La Zafada. Si no un local el otro y si no los dos. Eso ya lo deciden otras fuerzas. Hace la cola, como todos, aunque de sobra sabe que podría entrar de privilegio. "Tú humilde como la que más; nunca pierdas eso, hija, la humildad". Era de lo poco que quería recordarle a su madre. La mayoría de porteros de disco la conocen. Trabajó de camarera de noche antes de estar donde ahora, en el restaurante. Saben que cumple de sobra la edad, aun con su cara de ñiña. Pero a Tara le gusta mostrarlo, el documento, y que la miren y se hagan los sorprendidos porque no aparenta los treinta que figuran impresos. Le agrada todo el proceso, macerando, como cuando llegas a casa meándote mucho, o lo otro, y te demoras con la chaqueta, los zapatos, para soltarlo extremado todo de golpe. Y ella presiente el golpe, y los golpes en el pecho, cuando ve el oscuro de la sala al fondo, ya encarado el pasillo de acceso, por corto o ausente que sea. Como "la ceremonia de entrar al cine", como definía un profesor, solo que aquí ella figura en el reparto, quizá con papel protagonista, ya se verá . Y como tal, claro, Tara no paga. Humilde sí, pero con antiguedad, como el diablo. Pero más caliente.
Dentro todo es ritual. Tara lo ha ido puliendo con los años, al principio inconsciente, apenas sin salir de la pista, las cervezas y los shots venían a ella. Ahora ya depende. Le gusta más observar desde la barra, y comentar de vez en cuando, conversar incluso, mientras que antes palabras ni una. Y cuando sale a la pista es como por concesión a los presentes, abran que allá va ella y va por ustedes. Aunque antes era más así, más círculo y expectación en torno, y además que muchos, sino todos, la conocían, hoy no es menos lo que se entrega ni más relajado su fogueo al mover. Solo que ahora sale como por entregas. 
-Así generas expectación -le dice el Posos cuando Tara regresa a la barra, ya sudada de dos bailes-. Entras y sales. -El viejo ha ordenado dos cervezas. Es el dueño del Sucré.
-Ya queda poco de eso, Positos. -Tara agarra el tercio, lo alza agradeciendo al jefe y le da largo trago-. Ahora es puro desfogue. Me da igual quién mire. Como si se me caen las bragas ahí en medio.
-¿Jaleo en casa? Parece que te viniste así de sopetón.
-Pues no me habrás visto veces peor vestida. -Tara se mira en uno de los espejos que revisten las columnas. Solo ahora cae en la cuenta de cómo va ataviada. Jeans y camiseta básica verde pálido. Nada mal. Ajustados y sin sujetador, eso sí. "Ellas no se visten para los hombres, sino para otras mujeres", recuerda de un cartel publicitario en la calle. Y ella, ¿para quién carajo se viste ella?-. Jaleo o agotamiento, no sé ya muy bien. -Apura la cerveza, palmea cariñosa el hombro del Posos y sale de nuevo a bailar.
-¿Tan seguiditas?
-Fue tu culpa, que me hiciste recordar -Le guiña un ojo al viejo, ya metiéndose al centro de la pista.
Sale del Sucré ya con el amanecer averiguándose. Va de la mano de una muchacha muy similar a ella en delgadez y estilo. No se conocían dos horas atrás, pero el baile y la belleza es lo que tienen, y sus roces se han prometido besos. Deben decidir si entran a La Zafada, solo a dos calles, para agotar las dos horas que restan hasta el cierre. "Nunca está de más recogerse a tiempo", que decía su yaya. Y esta vez parece acertar, y se recogen, pero solo porque les apetece menos ropa. 
La chica vive sola. No se duchan, encantadas con sus olores. No es la primera vez que Tara está con una mujer, pero nunca fluye del todo. Está más pendiente de lo que debiera, le parece. Con un hombre no piensa. Por ejemplo, ahora tiene la cabeza en el ombligo de la chica, ya suspirando goce, le separa las piernas y recuerda "primero prueba con la lengua por fuera, más superficial; luego métela de a poquito, pero siempre suave". Así le dijo que se hacía la primera con la que estuvo, aunque enseguida suele pasar por alto el consejo e ir probando, según le dictan los latidos de la acompañante en cuestión. Y con todo, el final siempre el mismo, las dos complacidas, sin reproches.
-¿Ni siquiera un café? -La muchacha está en la cocina, bebiendo zumo en braguitas. El día nublado.
-No, no, gracias. -Tara se acerca, parcialmente vestida, coge un vaso que supone destinado para ella y lo rellena del grifo-. Con esto va bien. Cuando bebo no me entra nada a la mañana. -Bebe el vaso de trago y lo rellena de nuevo.
-¿Quieres que te acerque?
-No, mejor cojo el metro y así me despejo. 
Cuando Charlie vuelve de correr, ya entrada la tarde, Tara está tirada en el sofá, viendo tele.
-¿Bien anoche? -Charlie comienza a desvestirse, todavía respirando acelerado.
-Bastante. -Tara se gira y lo mira-. ¿Tú?
-Dos pelis, luego te cuento ¿Ya pasó el berrinche?
-Ya. -Y estira una sonrisa apacible que él corresponde.
Mientras cenan, Tara le cuenta la experiencia con la chica, sin pormenores. 
-¿Cómo se llamaba? -Él coge la sal y se echa más y más sobre la pechuga, mirando a Tara a los ojos.
-Celia. -Coge el segundo trozo de carne y lo suelta en el plato. Está hambrienta-. O Carol. -Hace una mueca graciosa y se mete un trozo de pollo, sin dejar de mirar a Charlie.
-No jodas, ni el nombre. -Deja la sal y mira a Tara fingiendo ser inquisitivo. Su expresión condescendiente, un punto divertida-. ¿O lo haces para hacerme ver que no le das importancia?
-No se la doy. Y lo sabes.
-Algún día despertarás con alguna y no querrás huir de su casa tan rápido.
-Quizá. Por ahora no pasó nada parecido.
 

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