lunes, 19 de marzo de 2012

-Relato 1 de Consuelo Alcayde

LA  OLLA
Berta pone la válvula de la olla exprés y por un instante observa extasiada como aún da vueltas y vueltas. Suspira y sigue recogiendo la casa aceleradamente. Estira bien las arrugas de las sábanas que han quedado a los pies de la inmensa cama de matrimonio, su marido es grande no gordo, como dice él,  y repasa las de sus hijos. Como siempre, Lucas al menos ha estirado el edredón y Marta, también como siempre, ni lo ha intentado, y también como siempre si le dijera que lo hiciera le diría que sí, “que ahora voy” y ese ahora voy podía durar toda la mañana o unas horas en el mejor de los casos. Cierra la puerta del dormitorio de su hija con resignación, se pone el vestido que ha dejado preparado encima de la cama y  coge el pequeño bolso “de todas las bodas”. Se mira una vez más en el espejo del baño y sale de casa.
- ¡Las 12.45 joder! La boda debe estar terminando, ¡No sé cómo lo hago! Por mucho que me levante temprano y eso que hoy es sábado, el tiempo siempre pegado al culo, no llego, que  no llego…y  todo por dejar la sopa hecha para la noche, la sopa, sopita de puchero…quién me habrá dicho a mí que haya que cenar siempre la jodida sopa de puchero… dando un suspiro piensa  en la boda.
Estarán todos, todos sus compañeros del despacho y ella otra vez sola. Bueno, para ser sincera le importa bastante poco que no vaya Gonzalo, más bien se lo agradece, nunca  charla con nadie ni trata de integrarse con sus compañeros y  las pocas veces que la  acompaña le hace sentirse incómoda. A su marido no le cae bien nadie del despacho y el que menos  su jefe, opina que Marcos  es un estirado, un desahogado que no entiende cómo ocupa un puesto de tanta responsabilidad. Pero ese pensamiento no la tranquiliza, ahora tendrá que volver a justificar la  ausencia de su marido y la verdad, cada vez le sale peor. 
Berta suspira nuevamente  y de pronto a su bajo estado de ánimo se le suma una inquietud:
- ¿he dejado la olla apagada? Joder… ¿apagada  o encendida? apagada,  seguro que apagada, siempre lo hago, ¿no? A ver: repasé los dormitorios, me vestí, cogí el bolso, las llaves y entré en la cocina porque ¿entré en la cocina, verdad? ¿Entré o no entré? Joder Bertita no te pongas nerviosa, que son las pocas ganas  por esto de encontrarte con tu jefe y todos los demás, que sí, que siempre apagas el puchero, que ya lo tienes más que aprendido, que lo haces sin pensar, ¡que sí joder! y todo por lo mismo…
Por fin llega. Marcos  y Nacho la están esperando, la boda en el juzgado ha terminado hace unos minutos y  el microbús que han alquilado se está yendo. Ellos, todavía en la puerta del juzgado le hacen un gesto con la mano para que se apresure.
-¿Se puede saber qué te ha pasado? Todo el mundo se ha ido ya.
-Lo siento Marcos, de verdad. Un gilipollas pisando huevos y…
-Ya, el tráfico.
-Oye, en serio. Es que…me puedes dejar tu móvil? En el puto bolsito este no me cabía y tengo que…
-¿Ya estas pensando en tu casa y todavía no hemos  llegado a Carmona?¿No te puedes relajar por una vez?
-Si no es eso, es que…
-No, no, no es eso, joder…
-¿No os parece muy temprano para discutir? Mejor lo dejáis para el autobús, venga aparca mientras llamo al chófer y le digo que pare.
-No, yo voy detrás  en mi coche. Tengo que volver a casa  esta noche.
-¿Lo ves tío? ¿Te lo dije o no, Nacho?  “Berta es incapaz de quedarse fuera una noche”, es una perfecta “ama de casa” es la mujer  más imprescindible de todas las mujeres…
-Déjate de sarcasmos Jefe, nunca he fallado.
-¿Nunca qué?
- Sabes que jamás he dejado un trabajo…
-¿Y a qué viene eso? No mezcles garbanzos con lentejas por favor.- Y sin darle opción a responder  continúa diciendo – Venga, nosotros nos  vamos contigo en el coche, de todas formas el autobús ya ha salido.  Yo conduzco. Berta perpleja no sabe qué responder, se pasa al asiento de al lado del conductor   y Nacho se sienta detrás. Para su desánimo, las palabras de Marcos le han vuelto a recordar  la sopa, el puchero, la puta olla… pero no se atreve a pedirle el móvil otra vez , ni a Nacho, se lo pedirá más tarde a quién sea.
La celebración es en el Parador de Carmona y aunque no está lejos de Sevilla todos acordaron ir en el  autobús  para poder beber lo que les apetezca y volver esa noche  o quedarse a dormir allí. El autobús hará tres viajes más, el de la noche que será a las tantas, por eso( y por la puta olla),  ella prefiere ir en su coche, y otro al día siguiente, para los que decidieron  reservar habitación como sabe que  ha hecho Marcos, ella misma fue la encargada de hacer las reservas. Lo que le extraña es que Nacho no se quede, pero como actúa siempre imprevisiblemente tampoco hizo por  preguntarle.
Ella sabe que los defrauda, que siempre la miran como la seria  y controladora del despacho,  pero lo que  no saben es  que es incapaz  de decirle a su marido que llegará tarde, o que tiene mucho trabajo o que simplemente  le apetece tomarse una copa  con los compañeros y además, no es solo por eso ¿quién prepararía la sopa si no? Y se vuelve a acordar, “¿apagué la olla? ¿verdad que apagué la olla? cree que se está mareando, tiene hambre y ganas de vomitar, se imagina toda su casa incendiada, la válvula de la olla incrustada en la campana arriba de la vitrocerámica, los garbanzos pegados al techo de la cocina, las llamas alcanzando el visillo y los armarios de madera de ambos lados ardiendo… Nacho llama a chofer del autobús y le dice que no pare, que van detrás y Berta trata de relajarse, piensa que está algo paranoica.  Marcos pulsa el botón de la música:
“ … I had other ways to hurt myself like calling, I could open up my heart…” 
-¿”Almost”? ¿el último de Wilco? Marcos lo pone un poco más alto y la mira, ella no contesta.
Menuda forma de comenzar la boda piensa, no hablan prácticamente nada durante todo el trayecto, más bien parece que vayan a un funeral y  por fin llegan.
Berta observa cómo los miran todos al entrar y se alegra de haberse puesto ese vestido. Es un poco corto, pero le encantan los trajes cortitos de esta temporada. Es de seda muy suave,  parece una  túnica que sin ser ajustada cae sobre sus caderas de forma sugerente y el escote es perfecto, lo suficiente  para imaginar. Los tacones son muy altos, menos mal que llevan plataforma, si no, no podría aguantar en ellos más de una hora pero se  siente muy cómoda y sonríe,  su jefe también va muy guapo, ese aire desenfadado que tiene con el traje tan elegante le hace muy atractivo. Nacho lleva una corbata muy divertida y antes de darle tiempo a decírselo escuchan los gritos de Rocío:
-Vaya numerito tíos, todo el mundo mirando qué hacíais, que sepáis   sois la comidilla del autobús. ¡Siempre tiene que ser tú Bertita!
Nacho la agarra del brazo y tira de ella.
-Mira, por ahí va un camarero de los que te gustan, vamos a pedirle unas cervezas.-Y creyéndose que ella ya no puede oírlos los escucha:
-Cállate Rocío, no seas cabrona por una vez, Berta llegaba tarde y no sabía venir. Ya sabes que eso de la orientación no va con ella.
- Y que lo digas, trabajar mira que lo hace bien, pero orientarse, yo creo que no tiene muy claro lo que tiene en sus narices porque su marido no viene, ¿verdad?
- Pues no.
-¿Y?
-¿Y qué quieres que yo sepa?
-¡Nada hijo! Nada. Anda ven, que por ahí va el camarero ese, la verdad es que está buenísimo, vamos a pillar unas cervezas. ¿Y esa corbata?
Berta deja de mirarlos, por la expresión de Marcos cree que él se ha enterado también.
-Gracias Marcos, de verdad que lo siento, no te pongas serio por favor, ya sabes que me cuesta trabajo relacionarme con la gente así, fuera del trabajo.
-No pasa nada Berta, si en el fondo te conozco más de lo que tú crees, sabía perfectamente que vendrías en tu coche y también que no te quedarías ni mucho menos en Carmona, sólo fue una ilusión momentánea al verte llegar tan guapa. Voy a por un vino, ¿quieres algo?
- Sí, otro.
-¡Bertita!
-Hola Lola, qué bien, estaba deseando verte.
-Estás guapísima, te habrás fijado la miradita que te ha echado la rubia…
-¿Rocío? Sí, me he fijado y  también he escuchado lo que le decía a Nacho cuando se lo llevaba, qué puta es la tía…tú también estás estupenda, ¿y Fernando? Buscando la comida, anda vamos.
-Espera, que Marcos ha ido…
-Deja a tu jefe hija, que hoy libras, vamos a comer que si no después no queda nada. Mira, ahí está Blanca.
-¡Hola canija! Anda que tú siempre llegando tarde…
-Querrás decir sola, tarde no llego nunca.
-Uf! qué carácter, venga, probad esto, no sé lo que es pero está buenísimo-. Blanca no para de comer.
-“Micuit de pato” o  hígado de pato, si lo prefieres, aunque no es exacto.
¿”Mi…qué? Esto es foie-gras de toda la vida, que eres un cursi Guillermo.
-Seré cursi, pero tú una bruta Blanca, qué pena que no lo seas en la cama…
-¡Ya quisieras saber tú cómo soy en la cama, jajaja!
-Bueno, por ahí dicen…
-Por ahí pueden decir Misa pero tú no  lo sabes.
-¿Y si lo averiguo hoy?
-Tú inténtalo a ver…
Berta y Lola los están escuchando divertidísimas, ellos comparten una  cacerolita de barro con espinacas y  garbanzos, típicas del parador mientras coquetean sin parar ignorándolas por completo.
-En esta boda caen, Lola.
-A ver si es verdad, va pareciendo una crónica anunciada desde la última vez que tuvimos boda en la oficina, claro que tú te lo perdiste por irte tan pronto.
Berta se queda mirando fijamente los garbanzos y agarra a lola del brazo:
-¡Ay Lola por favor, déjame tu móvil! No me cabía en el bolso y me lo he dejado encima de la cama. Tengo que llamar a Gonzalo.
-¡Será posible! ¿Quieres relajarte por una vez en tu vida?
-No Lola,  de verdad, ahora te cuento.
Berta se aleja del bonito patio mudéjar en el que está situado el buffet para llamar tranquila y  sonríe a Marcos que la mira, él está   charlando con gente que ella no conoce. Entra en el salón donde está preparado el bar para las copas y el escenario. Actuará como de costumbre un grupo que a todos les divierte, “La mula”, Guillermo siempre los contrata para las bodas del despacho, la diversión y otras cosas que nadie dice consumir están aseguradas, aunque la música deja mucho que desear. Por unos minutos se abstrae  con los tapices que decoran las paredes y teclea el número de Gonzalo. Sale el buzón de voz, le deja un mensaje. Vuelve a intentarlo, nada. Espera unos minutos, vuelve a llamar, esta vez ni siquiera ha saltado el buzón de voz. Se apoya sobre una librería antigua que hay a su espalda, se siente mareada, piensa… llama al teléfono fijo, no lo coge nadie, ¿dónde estarán sus hijos? Blanca sabe que salía con sus amigas, ¿pero Lucas? Lucas se supone que vería el fútbol con su padre, ¿dónde diablos se habrán metido? Llama nuevamente al fijo y nada. Los nervios le están provocando un dolor de estómago tremendo, respira hondo y sale al patio buscando a Lola pero la primera mirada que se le cruza es la de Marcos. Esta vez lo ha visto charlando con Nacho y parecían muy serios. No le dice nada y llama a Lola.
-Lola, no me vayas a reñir pero me tengo que ir.
-No hija, tienes la cara descompuesta. ¿Qué te pasa? ¿Es que has escuchado lo que le decía Nacho a Marcos?
-¿Qué?
-No nada, creo que Nacho ha bebido demasiado, parecía que estaban discutiendo y Marcos se lo ha llevado por ahí. Dime.
-Que me tengo que ir. Salí de casa tan deprisa que no estoy segura de si apagué o no la olla exprés. Como llegaba tarde no quise volver para comprobarlo, pero cada vez estoy más segura que la dejé encendida. He llamado a Gonzalo mil veces y nada.
-¿Y a casa?
-También, nada. Marta tampoco contesta  aunque eso es normal. Lucas iba a estar con su padre y además acaba de perder el móvil.
-Me tengo que ir, no puedo con la incertidumbre.
-Mejor que vayas, sí. De todas formas así tampoco vas a estar aquí. Dame un beso, tranquila, llámame en cuanto llegues, verás cómo no ha pasado nada.
-Oye, no me despido de nadie, espero que no se den cuenta hasta más tarde. Lo único que me falta es que me vean salir la primera.
Berta coge su inútil bolso disimuladamente e intenta salir con naturalidad por el extremo más alejado  del patio y allí adivina las figuras de  Marcos y Nacho por las  voces que  tan bien conoce y escucha sin querer la conversación:
-Creo que has bebido demasiado Nacho. No sabes lo que estás diciendo, somos socios desde hace muchos años y amigos desde mucho más, no comprendo lo que quieres decir.
-Lo sabes perfectamente. A ella la miras de una forma especial.
-¿Especial? La miro con afecto o con admiración, no lo sé. Es una tía estupenda aunque a veces me saque de mis casillas.
-No, la miras enamorado. Te gusta a rabiar.
-¿Enamorado? ¡Tú estás loco Nacho! Admito que me gusta más de lo que debería… ¿Cómo lo puedes saber?
-Lo sé porque es como yo te miro a ti.
Berta muerde el bolso instintivamente, ha estado a punto de pegar un grito. Ahora sí que se siente mareada y corre hasta el coche. No puede ser, la cabeza le da vueltas, ahora sí que necesitaría una copa. Se quita los putos tacones y siente una punzada de dolor en los pies, otra en los dientes, arranca.
-¡Joder, joder, joder! ¡Mierda! ¿Por qué habré escuchado la puta conversación esa? quién me habrá mandado a mí pararme  a escuchar, ¡seré cotilla!  Siempre ha pensado que algo sucedía, Nacho no se ha casado nunca ni ha tenido novia por mucho que presuma de guapo, que lo es, y Marcos hace ya tiempo que está separado, pero no puede ser. Su intuición le dice que no puede ser. Es que no puede ser.
Se está haciendo de noche.- No veo un carajo, me voy a matar. Bueno, tampoco sería  tan malo como solución en estos momentos…No, no  me voy a perder, sé llegar, es fácil, dirección Sevilla, todo recto, todo recto, no tiene pérdida, vamos Berta, no pasa nada, estaban borrachos, no has oído nada, trata de concentrarte en la carretera…
Y la concentración que consigue parece aún más horrible que lo que intenta que desaparezca de su mente:
“llegaré y todo estará negro, destruido, tengo ese presentimiento desde que me levanté esta mañana. Todo quemado, para cuando llegue los bomberos habrán apagado ya el fuego y sólo quedarán cenizas, negro, todo estará negro. Por eso no me han cogido el teléfono, los cables habrán ardido provocando el incendio por toda la casa. Mis hijos, mis hijos no, ellos estaban fuera, todos estaban fuera cuando salí, es lo único que me tranquiliza, ellos están a salvo, ellos están a salvo, me hubiera enterado, habrían intentado localizarme. Es la casa, mi casa, la casa de su madre en realidad... ¡Dios mío! no quiero pensar en la cara de Gonzalo, querrá matarme. Volverá a echarme en cara que todo lo hago igual, a la ligera, que no sé lo que es lo primero, que  él y sus hijos son lo primero, como si no lo fueran para mí… él y su sopa, su puta sopa de los cojones, las sopa que hacía su madre, su puta…¡¡¡hay luz!!! ¿Pero cómo que hay luz? ¿Y los bomberos?”
Berta cierra el coche dando un portazo y se arroja al ascensor. Entra pegando un grito:
-¿Lucas? ¿Gonzalo? ¿Estáis en casa? ¿Por qué no me contesta nadie?
Berta llega hasta la sala de estar y encuentra a Gonzalo en su sillón frente al televisor.
-¿Es que no me has oído entrar?
-Sí, pero estoy viendo el partido.
-¿Y utilizas la lengua para verlo? ¿Has apagado tú el puchero?
-¿Qué puchero?
“El de la sopa, capullo” piensa a la vez que sigue preguntándole:
-¿Y Lucas?
-Se lo han llevado los vecinos a tomar una hamburguesa. Marta  se queda a dormir en casa de Ana, dice que tienen que hacer un trabajo de Naturales. ¿Me dejas seguir viendo el partido?
-¿Por qué no me has cogido el teléfono?
-¡Porque te lo has dejado aquí!
-¡Pero te he llamado desde el de Lola! ¡Y al de casa, varias veces! ¡Y  te he dejado un mensaje en el buzón!
-Bueno, pues no me he dado cuenta, tampoco es para que te pongas así, digo yo.  ¿Qué coño querías?
Berta se queda muda. Vuelve a ponerse los tacones que todavía llevaba en las manos y le contesta:
-Nada importante, solo que no dormiré  en casa esta noche.
Y antes de que  Gonzalo reaccione aunque  duda de que se haya enterado de algo, se encuentra en el coche de vuelta a Carmona. Esta vez no teme  perderse. Desea llegar, tomarse una copa y no dejar de bailar en toda la noche.
Unas luces que parpadean la deslumbran y nota que algo se le agarra a la garganta haciéndola toser. Todo está lleno de humo, un policía le dice que no puede pasar y con la mirada fuera de sí le miente, le dice que su marido está dentro. El policía insiste en que no puede entrar y entonces desde lejos cree ver a Marcos, le grita sintiendo que se desuella la garganta:
-¡Marcos! ¡Marcos! ¿Eres tú?
-¡Berta!
Marcos, lleno de tiznones se acerca hasta ella y la abraza y sin soltarla le pregunta:
- ¿Tan chamuscado he quedado? ¿No sabes quién soy?
-Sí tonto, mi jefe “y de momento mi válvula” piensa, mientras  comienza a quitarle las manchas alrededor de sus labios.    
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario