viernes, 16 de marzo de 2012

-Relato 1 Rocío Rojas-Marcos

Relato 1

Rocío Rojas- Marcos Albert

Las zapatillas de deporte

Sabe que tiene que tomar una decisión. O hace las maletas y se va de casa sin dar explicaciones, o intenta sentarse a hablar claramente y de una vez por todas con Alberto. Las cosas ya no funcionan, cuando suena el despertador cada mañana tiene que hacer un esfuerzo sobrehumano para levantarse de la cama. Bueno, eso es verdad solo a medias. Sí hay algo que la hace feliz, pero mientras está dentro de casa prefiere ni pensarlo para que no se le escape ni un sonido comprometedor, ni un gesto que la delate. Solo en la calle puede pensar en Luis. Solo entonces puede soñar con lo que la vida, si los quiere tratar bien, les tiene preparado.

Saca un pie de entre las sábanas y nota que vuelve a ser una mañana casi gélida, tal vez el frío ambiental de la casa está contagiando los amaneceres. Le encantaría que ese frío se contagiase también a sus pensamientos. Necesita frialdad para darle una solución definitiva a su vida. Laura se despereza intentando no rozar a Alberto, quien aún finge dormir. Hace tantos años que comparten cama, que Laura reconoce los movimientos de Alberto incluso con la luz apagada. Sabe que está despierto por el ritmo de su respiración. No es tan pausada como la que tiene cuando duerme. Las mañanas que disimula cuando suena el despertador para evitar darle los buenos días mientras ella se levanta, su respiración se acelera un poco como resultado del esfuerzo por intentar contener el aire para hacer el mínimo ruido posible. Alberto debe pensar que dormido su respiración es absolutamente silenciosa, no entiende que tanta contención no es real. Laura lo sabe desde hace mucho tiempo y ya no se enfada, muy al contrario, esa actitud le ayuda a empezar la mañana más tranquila, sabiendo que no tiene que cruzar palabra con él. Se mete en la ducha, desde allí con el agua cayéndole por la cara nota como Alberto se levanta y entra en el otro cuarto de baño. Ahora abre el agua, Laura imagina que la está templando, Mientras se pone crema por todo el cuerpo deduce por los ruidos que Alberto está afeitándose y cuando éste ya tiene hasta la bufanda puesta se acerca al quicio de la puerta del dormitorio y dice:

    • adiós Laura, no me esperes a cenar esta noche, tengo mucho lío.
    • Vale, adiós.

Hace casi un año que Alberto tiene mucho lío algunas noche, otras juega un partido de fútbol, o queda con sus amigos para una cerveza. Laura tumbada boca arriba en la cama sabe que ya no puede durar mucho tiempo más esta ficción. Hay días que ni se ven porque cuando Alberto llega por la noche ella, acostada, es la que finge dormir. Termina de arreglarse. No se pone tacones esa mañana, quiere estar cómoda. Piensa que va a ir andando hasta el trabajo mientras organiza las ideas de la conversación con Alberto que está planeando para esa noche. No quiere distraer el pensamiento en el dolor de pies durante el trayecto, así que sale de casa en zapatillas de deporte. Por otro lado, es difícil que las cosas puedan ir peor en la oficina así que no ir adecuada, como le encanta decir a su jefa cuando ve que alguien no está arreglado como a ella le gusta, ya no es un problema. ¡Qué más da! hace meses que están casi sin trabajo, ya han despedido a cinco personas y le debe faltar poco a ella. Siempre ha pensado que en su vida las cosas son como sacos que se van vaciando y ahora mismo tiene dos prácticamente vacíos, así que tiene que comprar nuevos. Desde luego el saco del trabajo tiene el fondo roto hace mucho tiempo. Solo puede esperar a que se termine de vaciar en algún momento y volver a buscarse a vida. Desde luego no sería la primera vez, o a lo mejor esa es la solución, sin trabajo y con el paro de dos años por delante tiene en sus manos la excusa perfecta para hacer las maletas y dar la vuelta al mundo, o alquilar un piso en Praga, cualquier cosa puede servir con tal de huir de allí. Empezar a vaciar un saco nuevo.

Laura entra en la cafetería donde desayuna cada mañana:

-Buenos días Antonio, ponme un café muy cargado y una tostada por favor que hoy necesito fuerzas.

-¿Tienes mucho lío esta mañana?

-No que va, la liada soy yo. ¡Qué bien huele a café!

-La máquina es nueva, qué bien que se note.

-Pues sí, aquí huele hoy especialmente bien, así que a ver ese café nuevo que tal. Tras un breve silencio mientras acerca un taburete a la barra, Laura vuelve a hablar con Antonio, hace tanto tiempo que desayuna ahí que sus conversaciones de un día para otro se quedan en pausa tensa y continúan al día siguiente. ¿Sabes que voy a empezar a venir andando a trabajar? tardo menos que en coche porque no tengo que pelearme por aparcar en este barro asqueroso. He salido a la misma hora de siempre y mira cuando he llegado. Son las ocho casi y media, yo no suelo estas aquí nunca antes de las nueve menos veinte. Es poco pero me evito el cabreo por no encontrar aparcamiento y si me apuras puedo incluso ahorrarme el gimnasio.

-Pues si, te entiendo si yo pudiera lo haría, pero vivo demasiado lejos y rara es la mañana que no tengo que traer cajas de leche, o las bolsas estas de café que pesan un quintal...espera... me acuerdo, sabía que tenía algo que decirte, ayer te dejaste esta libreta. Le alarga un pequeño cuaderno.

-Gracias, la daba por perdida. ¿Sabes? Lo acabo de decidir, hoy ya no voy al gimnasio, estoy cansada de no tener ni un rato tranquilo al día. Hoy como en casa y a lo mejor hasta duermo una siesta.

Al coger la taza de café de la barra y sentarse en la única mesa que quedaba libre junto al ventanal de la cafetería, Laura nota como alguien la está mirado desde el otro lado de la calle. Se siente observada y al levantar la mirada ve a Luis apoyado en le coche que está aparcado en la acera de enfrente. Le sonríe, lo saluda y le hace un gesto para que entre. Va a explicarle que está tomando decisiones. Poco a poco pero por algo se empieza.

Nota por el gesto de la cara de Luis que está sorprendido con esa invitación, Laura no quiere que los vean juntos. Hace mucho tiempo que en público ponen cara de poquer. Compartir trabajo en esa oficina tan pequeña se hace muy difícil cuando tienen que disimular cada mirada, cada gesto, cada comentario que pueda parecer cómplice. Pero hace tantos meses, que ya les sale de manera natural. Fue muy buena idea pelearse en público por aquella tontería de fotocopiadora. Desde aquel día a nadie le sorprende que casi no se miren y que cuando hablan sea de un modo tan distante. Eso les da un margen increíble para poder estar cómodos.

-Hola Laura, ¡qué sorpresa verte aquí!. El tono es frío, casi brusco.

-No te preocupes, esto no es territorio comanche. Solo quiero decirte que hoy me he levantado fuerte y voy a empezar a cambiar cosas en mi vida. Mira -levanta un pie y se lo muestra- por ejemplo, ya no voy a volver a ponerme esos tacones odiosos que me destrozan. Desde hoy vengo a trabajar en zapatillas de deporte, cómoda. Además vengo andando, tardo menos en llegar que en coche.

-Bueno...El tono de Luis es tan decepcionante que hasta Laura se da cuenta y se justifica como puede.

-Sí, ya se que no son cambios radicales, pero dame tiempo, hace mucho que mi vida es tan rutinaria que esto para mi es como saltar sin red.

-Ya, ya, pero a este ritmo acabamos juntos cuando tengamos que entrar en un asilo.

Laura se ríe con ganas, le encantan las exageraciones de Luis. Le encanta reírse de sus tonterías. Hace tanto tiempo que en su casa no se escucha una risa que los ratos que pasa con Luis, relajada, disfrutando de no estar sola y riéndose son un regalo inesperado en su vida.

-Como he venido andando hoy no voy a ir al gimnasio, voy a volver a casa a comer, un día te invito...

-Claro, a tu ritmo un siglo de estos... Bueno, ahora te veo. Te quiero.

-Y yo a ti.

Luis sale de la cafetería. Laura lo mira alejarse. Le gustan sus andares, su tranquilidad, el modo frío y minucioso de afrontar los problemas y sobre todo cómo logra hacerla enfrentarse a su realidad. Desde que se dio cuenta que estaba enamorada de Luis y que este le hacía caso -por muy antiguo que suene ese comentario- los días se le hacen más cortos. La pesadez diaria es ahora liviana. Se siente permanentemente flotando. Con pensar en Luis todo se evapora. Ahora bien, está prohibido pensar en él si está Alberto en casa. No quiere traicionarse y tirarlo todo por la borda. Realmente, tal y como están las cosas entre ellos no debería importarle lo más mínimo, pero no va a ser ella la culpable de nada. No sabe afrontar esas responsabilidades. No sabe hacer daño por mucho que lo desee, por eso su conversación con Alberto tiene que ser pausada, ajustada a su carácter:gris. Alberto es un hombre gris, si hiciese algo inesperado alguna vez... Ni se lo imagina.

Sentada ya en su mesa de la oficina, ve como los papeles se van acumulando a su alrededor. Muchos de ellos los ha ido dejando Luis casi sin mirarla, como parte de esa táctica de ignorarse fríamente. Una de las veces que vuelve de hacer fotocopias se acuerda de lo cómoda de va hoy con aquellas zapatillas y se alegra. Está cambiando su vida, aunque sea una tontería, se siente orgullosa de que los tacones estén guardados en el armario, tanto que llama a su hermana para contárselo.

-¿Hola? ¿Raquel? ...Soy yo...Laura,

-grorgjsdsodg...

-¿dónde estás?

-Estoy...gruusnjsnsnakn

-No entiendo una palabra...

-Estoy en el garaje dejando el coche.

-Ahora, ya te escucho ¿vuelves de dejar a los niños en el colegio?

-Sí, acabo de llegar, voy a encender el ordenador y tengo todo el día para trabajar tranquilamente.

-¿Hoy no come nadie en casa?

-No, Jesús está en Barcelona hasta mañana y los niños se quedan en el colegio los martes porque tiene actividades extraescolares, así que tengo el día entero para mi.

-¡Qué bien! Yo también estoy encantada hoy. Tú que siempre dices que nunca arriesgo, ni te imaginas. Desde esta mañana no vuelvo a venir a trabajar en coche. Llego antes andando y claro no me puedo poner tacones para que no me duelan los pies con la caminata, así que estoy feliz en zapatilla de deporte. Además, como según ese plan ando todas las mañanas casi media hora, y lo mismo por la tarde, me sirve para sustituirlo por el gimnasio, ya está bien de vida estresada...

-Bueno, algo es algo, desde luego el que no se conforma es porque no quiere. Pero si estás contenta...tú a tu ritmo.

-Te dejo Raquel que viene mi jefa, solo quería contarte mi primer paso hacia una vida mejor. Luego hablamos.

-Venga, hasta luego.

La mañana pasa tranquilamente mientras Laura cada vez que se levanta y anda por la oficina se alegra de llevar puestas aquellas zapatillas. A medio día tiene casi dos horas de tiempo para el almuerzo. Desde hoy ese tiempo ya no es el de ir al gimnasio y aunque, como cada día, se ha traído una fiambrera con comida preparada, hoy va a volver a su casa dando un paseo y va a comer con un plato, sentada en su mesa, con el telediario, puede incluso dormir un ratito de siesta antes de volver a trabajar.

Hace un día maravilloso, o al menos esa es la sensación que tiene Laura mientras anda tranquilamente hacia su casa. El plan le parece que no puede estar mejor organizado. Qué pena que aún sea tan cobarde como para invitar a Luis a su casa ese rato. Todo se andará. Al llegar al descansillo de su casa ve que sale luz por debajo de la puerta, se ha dejado una luz encendida esa mañana. Abre la puerta y oye un ruido que viene del final del pasillo. Alguien ha entrado en la casa. Agarra un paraguas con fuerza, está aterrada y arrepentida de haber vuelto. Hubiera preferido encontrarse la casa desvalijada a tener que enfrentarse a quien está por ahí:

-¿Quién hay? Sal inmediatamente, voy a llamar a la policía. Laura finge una potencia de voz que no tiene y que le está costando la misma vida proyectar. Aparece Alberto en calzocillos por la puerta de la habitación

-Tranquila Laura, soy yo ¿qué haces aquí a esta hora?

-¿Y tú, no tenías mucho trabajo? Pensé que iba a poder comer sola y tranquila y casi me da un infarto, al ver la luz... Anda hacia la cocina. Ni se ha fijado que no lleva ropa.

De la habitación sale un ruido. Laura que casi está en la puerta de la la cocina se para en seco, se vuelve y mira a Alberto alucinada. De pronto se le ilumina la bombilla de la realidad. Alberto está ahí, en su propia cama, con otra. La sorpresa es tal que ni se enfada, al contrario, se alegra aunque disimula:

-No estás solo. Alucino con tu desvergüenza, eres muy arriesgado. Laura sabe que ella venía pensando que tenía que haber invitado a luis, pero ahora tiene la sartén por el mango así que decide explayarse y hacer sufrir a Alberto un poco. -Dile que salga, así la conozco, y ya me voy, os dejo tranquilos y esta noche tú y yo solucionamos y liquidamos lo poco que queda entre nosotros.

-No, no vas a conocer a nadie. Vete y luego hablamos. Alberto está cada vez más nervioso, incluso contundente, algo ajeno a una persona tan anodina con él.

-¡Qué te lo has creído tú! Tengo derecho a conocerla, si soy una cornuda déjame que le ponga cara. Laura se ve a sí misma y planea su reacción: avanzará por el pasillo. Alberto no se moverá, ni respirará. No será capaz. La hecatombe será definitiva... Laura llegará hasta la puerta No habría imaginado una razón mejor para terminar de una vez por todas con esa farsa de matrimonio. Fingirá estar muy dolida, arremeterá contra Alberto. Pisará fuerte mostrando rabia hasta que una vez en la puerta de la habitación mira dentro y...¿Raquel? ¡Tú no....!

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