Relato 1
Rocío Rojas- Marcos
Albert
Las
zapatillas de deporte
Sabe que tiene que tomar
una decisión. O hace las maletas y se va de casa sin dar
explicaciones, o intenta sentarse a hablar claramente y de una vez
por todas con Alberto. Las cosas ya no funcionan, cuando suena el
despertador cada mañana tiene que hacer un esfuerzo sobrehumano para
levantarse de la cama. Bueno, eso es verdad solo a medias. Sí hay
algo que la hace feliz, pero mientras está dentro de casa prefiere
ni pensarlo para que no se le escape ni un sonido comprometedor, ni
un gesto que la delate. Solo en la calle puede pensar en Luis. Solo
entonces puede soñar con lo que la vida, si los quiere tratar bien,
les tiene preparado.
Saca un pie de entre las
sábanas y nota que vuelve a ser una mañana casi gélida, tal vez el
frío ambiental de la casa está contagiando los amaneceres. Le
encantaría que ese frío se contagiase también a sus pensamientos.
Necesita frialdad para darle una solución definitiva a su vida.
Laura se despereza intentando no rozar a Alberto, quien aún finge
dormir. Hace tantos años que comparten cama, que Laura reconoce los
movimientos de Alberto incluso con la luz apagada. Sabe que está
despierto por el ritmo de su respiración. No es tan pausada como la
que tiene cuando duerme. Las mañanas que disimula cuando suena el
despertador para evitar darle los buenos días mientras ella se
levanta, su respiración se acelera un poco como resultado del
esfuerzo por intentar contener el aire para hacer el mínimo ruido
posible. Alberto debe pensar que dormido su respiración es
absolutamente silenciosa, no entiende que tanta contención no es
real. Laura lo sabe desde hace mucho tiempo y ya no se enfada, muy al
contrario, esa actitud le ayuda a empezar la mañana más tranquila,
sabiendo que no tiene que cruzar palabra con él. Se mete en la
ducha, desde allí con el agua cayéndole por la cara nota como
Alberto se levanta y entra en el otro cuarto de baño. Ahora abre el
agua, Laura imagina que la está templando, Mientras se pone crema
por todo el cuerpo deduce por los ruidos que Alberto está
afeitándose y cuando éste ya tiene hasta la bufanda puesta se
acerca al quicio de la puerta del dormitorio y dice:
- adiós Laura, no me esperes a cenar esta noche, tengo mucho lío.
- Vale, adiós.
Hace
casi un año que Alberto tiene mucho lío algunas noche, otras juega
un partido de fútbol, o queda con sus amigos para una cerveza. Laura
tumbada boca arriba en la cama sabe que ya no puede durar mucho
tiempo más esta ficción. Hay días que ni se ven porque cuando
Alberto llega por la noche ella, acostada, es la que finge dormir.
Termina de arreglarse. No se pone tacones esa mañana, quiere estar
cómoda. Piensa que va a ir andando hasta el trabajo mientras
organiza las ideas de la conversación con Alberto que está
planeando para esa noche. No quiere distraer el pensamiento en el
dolor de pies durante el trayecto, así que sale de casa en
zapatillas de deporte. Por otro lado, es difícil que las cosas
puedan ir peor en la oficina así que
no ir adecuada,
como le encanta decir a su jefa cuando ve que alguien no está
arreglado como a ella le gusta, ya no es un problema. ¡Qué más da!
hace meses que están casi sin trabajo, ya han despedido a cinco
personas y le debe faltar poco a ella. Siempre ha pensado que en su
vida las cosas son como sacos que se van vaciando y ahora mismo tiene
dos prácticamente vacíos, así que tiene que comprar nuevos. Desde
luego el saco del trabajo tiene el fondo roto hace mucho tiempo. Solo
puede esperar a que se termine de vaciar en algún momento y volver a
buscarse a vida. Desde luego no sería la primera vez, o a lo mejor
esa es la solución, sin trabajo y con el paro de dos años por
delante tiene en sus manos la excusa perfecta para hacer las maletas
y dar la vuelta al mundo, o alquilar un piso en Praga, cualquier cosa
puede servir con tal de huir de allí. Empezar a vaciar un saco
nuevo.
Laura entra en la
cafetería donde desayuna cada mañana:
-Buenos
días Antonio, ponme un café muy cargado y una tostada por favor que
hoy necesito fuerzas.
-¿Tienes
mucho lío esta mañana?
-No
que va, la liada soy yo. ¡Qué bien huele a café!
-La
máquina es nueva, qué bien que se note.
-Pues
sí, aquí huele hoy especialmente bien, así que a ver ese café
nuevo que tal. Tras
un breve silencio mientras acerca un taburete a la barra, Laura
vuelve a hablar con Antonio, hace tanto tiempo que desayuna ahí que
sus conversaciones de un día para otro se quedan en pausa tensa y
continúan al día siguiente.
¿Sabes que voy a empezar a venir andando a trabajar? tardo menos que
en coche porque no tengo que pelearme por aparcar en este barro
asqueroso. He salido a la misma hora de siempre y mira cuando he
llegado. Son las ocho casi y media, yo no suelo estas aquí nunca
antes de las nueve menos veinte. Es poco pero me evito el cabreo por
no encontrar aparcamiento y si me apuras puedo incluso ahorrarme el
gimnasio.
-Pues
si, te entiendo si yo pudiera lo haría, pero vivo demasiado lejos y
rara es la mañana que no tengo que traer cajas de leche, o las
bolsas estas de café que pesan un quintal...espera... me acuerdo,
sabía que tenía algo que decirte, ayer te dejaste esta libreta. Le
alarga un pequeño cuaderno.
-Gracias,
la daba por perdida.
¿Sabes?
Lo acabo de decidir, hoy ya no voy al gimnasio, estoy cansada de no
tener ni un rato tranquilo al día. Hoy como en casa y a lo mejor
hasta duermo una siesta.
Al coger la taza de café
de la barra y sentarse en la única mesa que quedaba libre junto al
ventanal de la cafetería, Laura nota como alguien la está mirado
desde el otro lado de la calle. Se siente observada y al levantar la
mirada ve a Luis apoyado en le coche que está aparcado en la acera
de enfrente. Le sonríe, lo saluda y le hace un gesto para que entre.
Va a explicarle que está tomando decisiones. Poco a poco pero por
algo se empieza.
Nota
por el gesto de la cara de Luis que está sorprendido con esa
invitación, Laura no quiere que los vean juntos. Hace mucho tiempo
que en público ponen cara
de poquer.
Compartir trabajo en esa oficina tan pequeña se hace muy difícil
cuando tienen que disimular cada mirada, cada gesto, cada comentario
que pueda parecer cómplice. Pero hace tantos meses, que ya les sale
de manera natural. Fue muy buena idea pelearse en público por
aquella tontería de fotocopiadora. Desde aquel día a nadie le
sorprende que casi no se miren y que cuando hablan sea de un modo tan
distante. Eso les da un margen increíble para poder estar cómodos.
-Hola
Laura, ¡qué sorpresa verte aquí!. El
tono es frío, casi brusco.
-No
te preocupes, esto no es territorio comanche. Solo quiero decirte que
hoy me he levantado fuerte y voy a empezar a cambiar cosas en mi
vida. Mira -levanta
un pie y se lo muestra-
por ejemplo, ya no voy a volver a ponerme esos tacones odiosos que me
destrozan. Desde hoy vengo a trabajar en zapatillas de deporte,
cómoda. Además vengo andando, tardo menos en llegar que en coche.
-Bueno...El
tono de Luis es tan decepcionante que hasta Laura se da cuenta y se
justifica como puede.
-Sí,
ya se que no son cambios radicales, pero dame tiempo, hace mucho que
mi vida es tan rutinaria que esto para mi es como saltar sin red.
-Ya,
ya, pero a este ritmo acabamos juntos cuando tengamos que entrar en
un asilo.
Laura se ríe con ganas,
le encantan las exageraciones de Luis. Le encanta reírse de sus
tonterías. Hace tanto tiempo que en su casa no se escucha una risa
que los ratos que pasa con Luis, relajada, disfrutando de no estar
sola y riéndose son un regalo inesperado en su vida.
-Como
he venido andando hoy no voy a ir al gimnasio,
voy
a volver a casa a comer, un día te invito...
-Claro,
a tu ritmo un siglo de estos... Bueno, ahora te veo. Te quiero.
-Y
yo a ti.
Luis sale de la
cafetería. Laura lo mira alejarse. Le gustan sus andares, su
tranquilidad, el modo frío y minucioso de afrontar los problemas y
sobre todo cómo logra hacerla enfrentarse a su realidad. Desde que
se dio cuenta que estaba enamorada de Luis y que este le hacía caso
-por muy antiguo que suene ese comentario- los días se le hacen más
cortos. La pesadez diaria es ahora liviana. Se siente permanentemente
flotando. Con pensar en Luis todo se evapora. Ahora bien, está
prohibido pensar en él si está Alberto en casa. No quiere
traicionarse y tirarlo todo por la borda. Realmente, tal y como están
las cosas entre ellos no debería importarle lo más mínimo, pero no
va a ser ella la culpable de nada. No sabe afrontar esas
responsabilidades. No sabe hacer daño por mucho que lo desee, por
eso su conversación con Alberto tiene que ser pausada, ajustada a su
carácter:gris. Alberto es un hombre gris, si hiciese algo inesperado
alguna vez... Ni se lo imagina.
Sentada ya en su mesa de
la oficina, ve como los papeles se van acumulando a su alrededor.
Muchos de ellos los ha ido dejando Luis casi sin mirarla, como parte
de esa táctica de ignorarse fríamente. Una de las veces que vuelve
de hacer fotocopias se acuerda de lo cómoda de va hoy con aquellas
zapatillas y se alegra. Está cambiando su vida, aunque sea una
tontería, se siente orgullosa de que los tacones estén guardados en
el armario, tanto que llama a su hermana para contárselo.
-¿Hola?
¿Raquel? ...Soy yo...Laura,
-grorgjsdsodg...
-¿dónde estás?
-Estoy...gruusnjsnsnakn
-No
entiendo una palabra...
-Estoy
en el garaje dejando el coche.
-Ahora,
ya te escucho ¿vuelves de dejar a los niños en el colegio?
-Sí,
acabo de llegar, voy a encender el ordenador y tengo todo el día
para trabajar tranquilamente.
-¿Hoy
no come nadie en casa?
-No,
Jesús
está en Barcelona hasta mañana y los niños se quedan en el colegio
los martes porque tiene actividades extraescolares, así que tengo el
día entero para mi.
-¡Qué
bien! Yo también estoy encantada hoy. Tú que siempre dices que
nunca arriesgo, ni te imaginas. Desde esta mañana no vuelvo a venir
a trabajar en coche. Llego antes andando y claro no me puedo poner
tacones para que no me duelan los pies con la caminata, así que
estoy feliz en zapatilla de deporte. Además, como según ese plan
ando todas las mañanas casi media hora, y lo mismo por la tarde, me
sirve para sustituirlo por el gimnasio, ya está bien de vida
estresada...
-Bueno,
algo es algo, desde luego el que no se conforma es porque no quiere.
Pero si estás contenta...tú a tu ritmo.
-Te
dejo Raquel que viene mi jefa, solo quería contarte mi primer paso
hacia una vida mejor. Luego hablamos.
-Venga,
hasta luego.
La mañana pasa
tranquilamente mientras Laura cada vez que se levanta y anda por la
oficina se alegra de llevar puestas aquellas zapatillas. A medio día
tiene casi dos horas de tiempo para el almuerzo. Desde hoy ese tiempo
ya no es el de ir al gimnasio y aunque, como cada día, se ha traído
una fiambrera con comida preparada, hoy va a volver a su casa dando
un paseo y va a comer con un plato, sentada en su mesa, con el
telediario, puede incluso dormir un ratito de siesta antes de volver
a trabajar.
Hace un día
maravilloso, o al menos esa es la sensación que tiene Laura mientras
anda tranquilamente hacia su casa. El plan le parece que no puede
estar mejor organizado. Qué pena que aún sea tan cobarde como para
invitar a Luis a su casa ese rato. Todo se andará. Al llegar al
descansillo de su casa ve que sale luz por debajo de la puerta, se ha
dejado una luz encendida esa mañana. Abre la puerta y oye un ruido
que viene del final del pasillo. Alguien ha entrado en la casa.
Agarra un paraguas con fuerza, está aterrada y arrepentida de haber
vuelto. Hubiera preferido encontrarse la casa desvalijada a tener que
enfrentarse a quien está por ahí:
-¿Quién
hay? Sal inmediatamente, voy a llamar a la policía.
Laura finge una potencia de voz que no tiene y que le está costando
la misma vida proyectar. Aparece Alberto en calzocillos por la puerta
de la habitación
-Tranquila
Laura, soy yo ¿qué haces aquí a esta hora?
-¿Y
tú, no tenías mucho trabajo? Pensé que iba a poder comer sola y
tranquila y casi me da un infarto, al ver la luz... Anda
hacia la cocina. Ni se ha fijado que no lleva ropa.
De la habitación sale
un ruido. Laura que casi está en la puerta de la la cocina se para
en seco, se vuelve y mira a Alberto alucinada. De pronto se le
ilumina la bombilla de la realidad. Alberto está ahí, en su propia
cama, con otra. La sorpresa es tal que ni se enfada, al contrario, se
alegra aunque disimula:
-No
estás solo. Alucino con tu desvergüenza, eres muy arriesgado.
Laura sabe que ella venía pensando que tenía que haber invitado a
luis, pero ahora tiene la sartén por el mango así que decide
explayarse y hacer sufrir a Alberto un poco. -Dile
que salga, así la conozco, y ya me voy, os dejo tranquilos y esta
noche tú y yo solucionamos y liquidamos lo poco que queda entre
nosotros.
-No,
no vas a conocer a nadie. Vete y luego hablamos.
Alberto está cada vez más nervioso, incluso contundente, algo ajeno
a una persona tan anodina con él.
-¡Qué
te lo has creído tú! Tengo derecho a conocerla, si soy una cornuda
déjame que le ponga cara.
Laura se ve a sí misma y planea su reacción: avanzará por el
pasillo. Alberto no se moverá, ni respirará. No será capaz. La
hecatombe será definitiva... Laura llegará hasta la puerta No
habría imaginado una razón mejor para terminar de una vez por todas
con esa farsa de matrimonio. Fingirá estar muy dolida, arremeterá
contra Alberto. Pisará fuerte mostrando rabia hasta que una vez en
la puerta de la habitación mira dentro y...¿Raquel?
¡Tú no....!
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