viernes, 30 de marzo de 2012

-Relato 2 de Consuelo Alcayde

MÁSTER


Chiara ha quedado con algunos de sus compañeros  del máster en la puerta de la facultad, suelen tomar café antes de entrar, bueno, un café a quien le dé  tiempo. Anette y Riccci, están sentados en la escalera de la entrada tomando el sol primaveral que ya calienta dando pistas al verano  sevillano, donde los rayos de sol son flechas ardiendo que caen sin clemencia sobre cualquiera que ose pasear a las horas en que él quiere hacerlo solo. Todos saben que le gusta  brillar sin sombra alguna que lo fuerce a distraerse de su propio resplandor, y somete así a la ciudad,  a una indolencia perezosa que los que no lo han experimentado, consideran es fruto de la  negligencia  y poca seriedad de sus ciudadanos.
 Las clases del Máster comienzan a las  16.00 y ella sale de trabajar a las 14.30, así que, si algún alumno o profesor la entretiene, llega tarde o no come, opción  que elige cuando la clase que toca, como hoy, suele saciarla de aburrimiento.

- ¡Hola chicos!
-¿Qué tal Chiara? Llegas temprano.
-Sí Richi, pero  sin comer.
-¿Sin comer? Pues yo sin comer no aguanto, bueno depende… ¿Sin comer qué? Jeje…
-En serio, tengo el estómago tan vacío que me  suena como si fuera un saco de ranas.
-Pues toma algo, nosotros entramos en clase y después te contamos, tampoco te vas a perder mucho. – Dice Anette,  poniéndose la rebeca  como un pañuelo en la cabeza. Ya sólo le falta quitarse la camiseta de tirantitas que deja entrever un sujetador malva y un pecho prominente, tan  apetecible como un refrescante zumo de naranjas.
-No.- Continua Chiara. Ya me la perdí ayer. Por cierto, me tendrás que pasar tus apuntes Ricci.
-¿Yo? Si apenas pude coger nada.
- Sí, por favor. Tu mente ordenada es extraordinaria- le dice Chiara despeinándolo cariñosamente- No dejas de coger apuntes ni un segundo. No entiendo qué coño escribes  de lo que nos dicen, ninguno de los dos aportan nada para ayudarnos a  crear al personaje del próximo relato, ya veremos ahora que nos dicen del otro. Todavía no he conseguido sacar ni una sola idea.
-Yo tampoco.- Dice Anette levantándose del escalón.- ¿Entramos?

Ricci se ha sentado en las filas de delante, es italiano y aunque habla español perfectamente, intenta con la aproximación enterarse de algo, no sabe que por muy delante que se ponga no va a sacar nada en claro… ellas han preferido hacerlo un poco más atrás. Anette y Chiara lo miran y se mueren de risa, él ya ha sacado su cuaderno de apuntes y parece que está  preparado para  realizar un trabajo de campo.
Es traductor e informático  y un gran lector. Conoce  a casi todos los autores que los profesores han ido recomendando y aunque no alardea de ello, tiene publicada alguna que otra investigación. Se ha matriculado en este máster para corregir y mejorar su estilo, lleva tiempo trabajando en una novela que desea publicar. Ha pedido una excedencia donde trabajaba como informático a tiempo parcial y quedándose sin un duro, se ha lanzado a la aventura.
Nadie puede suponer con lo sonriente y divertido que parece, cómo su ánimo va mermando por días. La semana pasada  les dieron las notas del primer cuatrimestre y precisamente en  la asignatura que más esperaba conseguir, su calificación ha sido bastante mediocre. En un primer momento se sintió muy defraudado, “¡con la de tiempo que le he  dedicado!” Sin embargo, cuando su ánimo se lo permitió, revisó detenidamente todo las correcciones que éste  le había anotado en el trabajo y no sólo estaba de acuerdo con sus correcciones, que le parecían certeras y exhaustivas, sino que se lo agradeció profundamente, sabía que para lo que deseaba escribir, le habían servido de gran ayuda. El profesor le había escrito al final del trabajo:
“tienes que escribir desde ti mismo, confiando en tus ideas, tu experiencia como lector y con tus propias palabras”
“¡Qué profesional!” pensó, sabía lo que un profesor podía llegar a influir en un alumno, como sabía que nunca olvidaría a éste. Y así, volvió a hacer acopio de su voluntad y se puso a escribir  este último relato, que verían hoy en clase. Ansiaba con incertidumbre y necesidad saber  qué opinaban, tanto ella como él, de su trabajo.

Chiara, se espabila gracias al croar de su estómago, y en duermevela se dice: “¡realize!” (piensa en inglés),” ¡le gusta tanto el sonido de esa palabra y la cantidad de cosas que puede significar! No encuentra sinónimo en español, salvo perífrasis…acaba de caer en que  los eternos silencios del  profesor, no de la profesora, no son silencios porque no sepa qué decir, sino elipsis en su discurso. Debe ser menos crítica,  asumir su ignorancia humildemente  y tratar de rellenar esos huecos con su capacidad creadora o  “¿metalingüística…?” aunque lo que se le está ocurriendo no es precisamente muy literario…
El profesor continúa  hablando, y ella  intenta  concentrarse en lo que dice ,  pero nuevamente se desvanece  su interés  por el contenido  vacío de sus palabras  y  se distrae con  lo que su otro yo, (ese rebelde otro yo que siempre aparece y desaparece cuando le da la gana tralléndole  problemas) y  que   le habla al oído. La traslada sin moverla  de su asiento a otra  época, ve al profesor como  un perfecto Homero, por eso de lo que significa ese nombre, no por lo que conoce de sus escritos, así  le cuadra tranquilizadoramente la imagen de la persona a la que escucha, pero a Chiara  le asalta una  duda: ” ¿realmente Homero era ciego?” Éste por lo menos está segura de que  sí, todavía no le ha visto cruzar una mirada directa con ninguno de ellos, una mirada de complicidad para con los que le  están escuchando, un interés por detectar si se enteran de lo que dice, si les llega…”bueno, quizá sea un Homero tímido…” y cae de bruces en la realidad cuando escucha:
-¡Fantástico!  ¡Este personaje es fantástico!- Comenta con entusiasmo el ciego profesor Homero. Y su  yo ese que le juega malas pasadas le dice: “fantástico para la  desgracia de mi compañero porque sí, es un pedazo de personaje , a pesar de que cree que no es exactamente lo que pedían, cosa que han criticado en otros…” pero probablemente a su compañero, ese comentario tan a la ligera  le va a suponer  la peor de las maldiciones, cree que para un escritor incipiente,  si al primer personaje  que presenta lo sarta de vítores y exclamaciones ¿qué pavor no sentirá al enfrentarse nuevamente a una hoja en blanco?¿ pertenecerá su compañero a esa clase de personas a la que un elogio tan desmedido le pueda hacer daño? “puede  que  Homero pensara más en él que en su discípulo…aunque  la verdad es que es algo muy  humano, pero poco pedagógico y precisamente ellos…”
Esta  reflexión le  llegó a Chiara de manos de Monterroso. En uno de sus cuentos, (no recuerda el nombre debido a la saturación de conocimientos que estaba comiendo): “el pobre Feijoo abrumado por las alabanzas de Fombona cayó en un sufrimiento constante por las auto exigencias futuras, en la ahora su obligación de superarse a cada nuevo intento para conservar el derecho a aquella generosa frase de aliento”, “claro que ese era problema de mi compañero, ¡no iba a tener que cargar también con eso el profesor! bastante había hecho él con leerle el texto”, pensó Chiara y bueno, como aconteció en el cuento de Monterroso,  Fombona enmendó la plana y consiguió que Feijoo volviera a ser  un escritor seguro de sí mismo y brillante. Por lo que ella  sabía que ocurriría lo mismo con su compañero. No precisamente gracias a los  profesores, sino por la imagen tan tenaz, segura y noble que transmitían sus palabras, ya fueran escritas o las que decía  en sus intervenciones  de clase.
Por otro lado Chiara  pensaba: “¿Y qué más da?” estaba segura que tampoco le comentarían nada de ese otro personaje  que había enviado hacía unas horas. A pesar de que su personaje cumplía con todos las características señaladas por ellos.

A Anette se la veía también sumida en sus pensamientos,  aturdida tal vez por el calor. Aunque ella  es alemana, sus padres son emigrantes españoles asentados allí, en un país muy diferente a éste, y a pesar de que se encuentran perfectamente integrados, han mantenido la lengua española como lengua materna. Es la forma de comunicarse  dentro del hogar familiar. Es la forma en que sus padres han tratado de no olvidar sus raíces, como dice siempre la madre de Anette  con los ojos vidriados cuando hablan de España.
Se abanica con un par de folios y piensa, como los demás, “que qué coño hace aquí”, piensa el su novio, “su novio que tal vez no lo sea ya,” en su novio escritor. Ella es matemática, y desde fuera parecía una unión un tanto extraña, pero ella se quedó maravillada cuando lo conoció en la  presentación del último libro de poemas que él había escrito.  Lo leyó desincrustando de sus textos como de un problema matemático se tratase, la razón de su existencia y  se sintió tan atraída y feliz con su lectura  como cuando investigaba  cualquier teorema de esos que solo los matemáticos ven como poesía. Luego surgieron los problemas. Ella comenzó a encontrar en la escritura, además de la lectura, una forma de sentir, más bien de vivir, era como poder conectar por fin  con los demás, eso  le hacía darle sentido a su cotidiana vida y bueno, Franz estaba cada día más raro. Desde que ella comenzó a escribir, éste, cuando leía algo suyo que le gustaba, le decía que lo copiaba pero que no le importaba, y probablemente fuera verdad, pero percibía por la razón que fuese, notaba que había surgido cierto distanciamiento por parte  de él y ella comenzó a dudar si se había enamorado de Franz como persona o del escritor que era, y que  ella había idealizado. Quería que alguien ajeno a su pareja y con experiencia leyera lo que escribía, quería aprender más, saber si realmente era  algo que quería hacer en serio o fruto de una situación pasajera. Después de algunas broncas seguidas que tuvieron por auténticas tonterías, pensó que estaba en un momento de su vida en que ya no podía perder más tiempo, había renunciado a hijos, él no los deseaba, ya tenía dos de su anterior matrimonio, y también había  perdido la oportunidad de trabajar sobre el Teorema de Weils, con Pierre René, un matemático reconocido, pues tendría que haber marchado a Bélgica. Comprendió que ahora le tocaba tomarse a ella misma en serio. Habló con Franz, que afortunadamente fue muy comprensivo. “Demasiado tal vez”, pensaba ahora cuando una piedrecita, ya más incómoda que dolorosa, se le movía por la cabeza cada vez que recordaba la última conversación que mantuvieron.


Y por fin salen de clase, son ya las 9 de la noche y están agotados. Chiara parece que se está peleando con el bolso, no encuentra las llaves del coche.  
-¿Qué te pasa Chiara? Le pregunta Ricchi achuchándola cariñosamente.
-¿Qué qué me pasa? ¿ Que qué me pasa? Tengo dos hijos a los que atender, un novio que cree que estoy loca pero que me aguanta porque funcionamos bien en la cama y unos amigos a los que cada vez veo menos. Eso me pasa, eso, y que me siento como una idiota por haber dejado todo eso para dedicarme a escuchar nada, ¡nada!  ¿Será posible? Pues no que me he llevado toda la clase esperando a que me dijera algo de mí personaje? Como todos, imagino…al menos que me hubiera escrito algo cuando me lo ha devuelto, ¿no? Pues nada, como si no lo hubieran leído. Creo que estaba bien, pero si estoy aquí es para que una persona cualificada, se supone, me diga algo, ¿no? Nosotros podemos opinar, pero…
 - Precisamente por  eso Chiara, si está bien, no te dicen nada.
- Eso, y yo voy y me creo que se lo han leído. ¿Y entonces el de Natalia?
- Pues que le gustó mucho, que está muy bien. Y ya ves, al de Carla se lo destrozaron , pero aprendimos del suyo porque...
-Entonces, a ver si me aclaro, porque de tanto escribir  y pensar creo que me estoy volviendo cada vez más gilipollas, a ver:
-Si algo concuerda con sus gustos y estéticas opinan eufóricamente sin explicar por qué está tan bien. Si algo no está bien, te lo critica sin miramientos, constructivamente, eso sí, pero te lo tiran  por tierra, y si algo está simplemente bien para cualquiera de los dos pero no entra en sus esquemas, pues nada, que eso es más o menos como tu deber, no? ¿Es eso lo que quieres decir? Pues me parece que es una postura un tanto…un tanto…¡joder! Que me recuerdan a mi abuelo, vamos, a mi abuelo el capellán.
-Jajaja…¡pero cómo iba a ser tu abuelo si era capellán!
-No hombre Richi, era militar pero muy religioso, por eso lo llamaban así.
-Ah…
-Mira, por ahí viene Harry, ¡qué bueno está el tío!
-¿Quién está bueno, Harry? Preguntó Anette  acercándose a sus compañeros.-¿Es americano, ¿no?
-No sé. –contestó Ricci. –Y va con Atusa, ella si sé que es de Pakistán,  ella sí que está buena.-dijo Ricci
Chiara  miró a Harry que era negro  y a Atusa, cuyo color de  piel la hacía tremendamente atractiva y empezó a reírse.  
-¿De qué te ríes ahora  Chiara, si se puede saber? Preguntaron Anette  y Ricci a la vez.
-No,  nada. Estaba pensando que este Máster parece la ONU. Bueno, más bien Unicef, por eso de que a todos nos va haciendo falta un buen plato caliente con tanta fotocopia…
-Bueno, dijo Anette, ¿Tenéis la misma sensación que yo después de la clasecita?
-Pues sí, - dijo Ricci.   La verdad es que la imagen que nos dieron al principio no era esa…
-Bueno, puede que quieran dar una imagen muy diferente de la que realmente son, como hacemos todos. ¿No es así? Mira Chiara, tú no eres distinta. Le dice Anette  dándole un beso cariñoso para despedirse.
-Pues claro que no soy distinta. Me callaré e intentaré asimilar esta nueva decepción. Pero creo que no deberíamos callarnos, estamos poniendo demasiado esfuerzo e ilusión como para no hacer nada, para seguir así, ¿de qué nos está sirviendo lo que estamos aprendiendo? Si es que estamos aprendiendo algo…

Chiara coge el coche y sale despedida, ha quedado con unos amigos. Sin darse cuenta se salta un semáforo y por supuesto, hoy no podía ser de otra forma, la para un poli de esos, de esos polis que van de polis, encima.
-Señorita, se ha saltado el semáforo
-¿Sí? Pensé que estaba en ámbar…
-No se trata de lo que pensara, sino de lo que vio.
-“Otro listo, no te jode…”Bueno, quiero decir, que no me fijé bien, iba pensando…
-Pues eso, que no se puede ir tan distraída con el coche.
-No, si no, si es que tenía prisa…

Con la cara de cansada que llevaba pensó que iba a ser mejor que le sonriera un poco, no fuera que encima le hiciera soplar el globito. Aunque se dijo para ella misma: “lo único que va  a salir como sople va a ser una rana, como mucho una rana.” Tenía el estómago tan vacío que seguro se colaba una rana en  la maquinita del poli, entiéndase, en la maquinita de fuera, quería decir, en la de soplar, bueno… ya no podía ni explicarse a ella misma, hoy ya no daba para más. Dejó que el policía le pusiera la multa con cara de circunstancia y profundo arrepentimiento y salió pitando. Mientras conducía cogió el móvil y llamó a uno de sus amigos.
Pablo no contesta. -Pablo, que no voy, estoy agotada y mañana me toca madrugar otra vez. Un  beso.-“Menos mal” pensó, “así no he tenido que disculparme otra vez, ya escuchará el buzón de voz.”
 Chiara se sentía  agotada, agotada de probarse a sí misma, agotada de ser creativa y todo aquello que implicaba esa palabra, y ese cansancio gris le hizo preguntarse si realmente no estaba confundiendo todo su planteamiento del por qué quiso hacer este máster. Pensó en frustración e inseguridad en sí misma, en si saber si podría llegar a  escribir con cierta calidad lo estaba dejando únicamente  en manos de algo o  alguien externo a ella misma. Necesitaba encontrar la confianza  que cada vez que se enfrentaba ante un papel en blanco había  perdido. 
Y encontró la respuesta, como también recordó por qué quiso hacer este máster. Solo ella, y pocas personas con categoría  suficiente,  podrían ayudarla a valorar  si lo que había escrito merecía  la pena o no, y lo que aún era más importante, si para ella lo tenía. No podía dejar en manos de nadie la responsabilidad de su estabilidad, ni la decisión de seguir adelante.

Llegó a casa, encendió el ordenador y  abrió el  Word, y quedándose con  la mirada fija, colgada ante la página en blanco en frente de ella, le dijo al estilo de la película más sórdida:  “Ven aquí nena, te voy a follar como no lo han hecho nunca”
Y la hoja sonriente, como una puta harta de experiencia, se le abrió de piernas.   


1 comentario:

  1. los rayos de sol son flechas ardiendo que caen sin clemencia sobre

    ¿Sin comer qué? Jeje… ("Je je" se utiliza en mensajes pero no en la realidad).

    "no sabe que por muy delante que se ponga no va a sacar nada en claro…", eso es pensamiento más de un personaje que de un narrador.

    Dice el texto: "Se ha matriculado en este máster para corregir y mejorar su estilo...". Pero no se había especificado que fuera un Máster en escritura.

    El texto dice: "¡le gusta tanto el sonido de esa palabra y la cantidad de cosas que puede significar!". ¿Habla con admiraciones un narrador externo omnisciente?: No.

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